Raúl Donoso nos envía una sesuda reflexión que seguramente tendrá diferentes interpretaciones, según quien la lea.
Quizás por mi dedicación de tantos años a la docencia, muchas veces me he preguntado cuál ha sido el experimento científico más grande realizado por la humanidad. La verdad, suena harto pedestre decir que busqué en Google, pero… bueno sí allí busqué, me preocupé de buscar fuentes apropiadas.
En general se reconoce como el mayor experimento del siglo el que se realizó en el colisionador de hadrones, que se encuentra en la frontera de Suiza con Francia, que permitió encontrar la partícula conocida como el Bosón de Higgs, en honor a un físico que planteó su existencia allá por los años 60. Se dice que en esta investigación participaron más de 7.000 personas.
Las ciencias son muy rigurosas a la hora de establecer conclusiones y establecer la estructura de una investigación; la epistemología es reconocida como “la ciencia que estudia las ciencias” o la filosofía de las ciencias, que establece el conjunto de pautas que permiten a los investigadores usar un mismo “paraguas formal” de axiomas lógicos.
Algunos de los axiomas más apreciados consisten en que el experimento pueda ser repetido, medido y con variables controladas. No todos los experimentos pueden ser realizados de igual forma, por ejemplo el estudio de un cometa que pueda ser detectado cada 1.000 años.
Usualmente identificamos al científico como aquel personaje de lentes, delantal blanco, algo distraído y que vive rodeado de tubos de ensayo; sin embargo, cualquier persona que hace ciencia es un científico, no de la connotación de Einstein, pero científico igualmente. Es más quién casi mecánicamente se plantea una duda y a través de la experiencia trata de responderse, está haciendo ciencia, rudimentaria pero ciencia al fin y al cabo.
En las ciencias sociales hay investigaciones icónicas o El experimento de Migram o el de la cárcel de Stanford, que en su tiempo resultaron un aporte importante al campo de la psicología pero que ahora sería inmoral hacerlos. La economía también se reconoce como una ciencia social y posee herramientas matemáticas muy poderosas y que requieren un entrenamiento especial.
Hay una investigación socieconómica que posiblemente sea la más grande realizada, tanto por su duración, como por el control de las variables, la aplicación de recursos, el enfoque objetivo, y la rigurosidad de su ejecución. Fue realizado por varias generaciones, por personas inteligentes, adiestradas y sinceramente consagradas a la tarea.
La investigación a la que me refiero, la haré de manera muy sucinta, por ser conocida, por respeto al espacio y al lector. La propongo en modo de texto tipo “ensayo”, de manera que pueda entenderse como una reflexión y no como una propuesta única.
Una vez alcanzado el poder por parte de los Bolcheviques, se estableció el imperativo de que el Estado debía ser quién organizase las actividades productivas y de servicio hacia la sociedad, con el propósito de lograr la mayor eficiencia, se realizaron planes a diferentes años de ejecución, en donde se establecieron las estrategias para el desarrollo económico según la ubicación geográfica, la densidad de población, la disponibilidad de recursos, etc. Así se desarrolló un extenso campo de industrias, ingeniería y diversas ciencias compitiendo codo a codo con naciones occidentales organizadas de manera diferente.
La Unión Soviética también planificó la necesidad nutricional de las personas y fijó su producción agrícola de manera que ese fuera su fin prioritario.
Esta experiencia duró 70 años, con modificaciones y reorientaciones de planes, con nuevos enfoques, etc. Como hacedores de ciencia, en algún momento los gobernantes se dieron cuenta de que no era factible continuar, que se habían resuelto todas las hipótesis y controlado o modificado (según fuera el caso), todas las variables, pero que los resultados esperados no eran los que se deseaban y que la suma final tendía a ubicarse al lado izquierdo del cero.
Así, sin dramas, sin un disparo, sin resentimientos, se terminaba este gran experimento de decenios, con muchas repeticiones y control de variables, la hoja final del libro decía “no factible”
Las razones fueron múltiples, falta de conocimiento de las reales necesidades de las personas, burocracia que impedía correr a la par con el acelerado avance de la tecnología y los métodos de producción, ineficiencia del Estado frente a la iniciativa privada, etc, por supuesto hay más, pero se trató de salvar todos estos obstáculos y no fue posible, tampoco fue posible en las naciones de Europa del este, ni en la China moderna. Sea cual sea la o las causas, en esta región del mundo en donde vive gente inteligente y muy educada, simplemente se llegó a la conclusión de que no resulta. La disolución se produjo sin pena ni gloria, entre el 11 de marzo de 1990 y el 26 de diciembre de 1991.
A pesar de haber puesto este sueño en la balanza de la ciencia, en algunas regiones del mundo aún pervive; pareciera ser que el anhelo de Shangri La lo llevamos en los genes porque la mente del religioso también suspira por un mundo mejor, pero que está “más allá”.
Quizás sea una buena consigna decir como el conocido cantante español, “la vida sigue igual” y afrontar lo que pueda venir, pero ojalá nunca…. nunca tengamos que decir “disculpe la muerte del niño” y encontrarnos entre las cenizas del mítico Ave Fénix..