Imposible no sentir nostalgia con las historias que nos escribe Francisco Flores, las que por muy propias que sean, nos retrotrae a épocas que nunca olvidaremos, al menos quienes somos contemporáneos a nuestro colaborador.
ESCRIBE FRANCISCO:
Año 1964; curso 1er año B; profesor Hipólito Palacios, sala N° 1.
No tengo recuerdos de todos quienes formábamos este curso, pero recuerdo claramente quienes éramos los mas desordenados y que de la nada armábamos tremendas trifulcas en la sala cuando el Señor Palacios debía salir por alguna razón.
Dinamarca lideraba las "actividades", le secundábamos Rivera, Gallardo, Flores, Riffo, y teníamos el grupo perfecto para poner todo "patas arriba". Claro que cuando aparecía el profesor huíamos como ratones a ubicarnos en nuestros puestos cual angelitos celestiales.
En 1965 en Segundo año el Señor Maureria nos desafió a armar nuestra primera calculadora de palitos de mimbres, los que debíamos ordenar por decenas, oncenas, docenas, quinenas y cuanta cantidad que terminara en "ena" para aprender a sumar, restar, multiplicar y dividir.
El problema que se presentó era que donde se conseguían los palitos de mimbre; hasta que Hugo Moreno Padilla en un grito que le salió del alma dice: "vamos a la casa de Flores, allá hay mimbre"
Y llegaron a mi casa en masa y casi depredaron la existencia de mimbre del lugar llevándose muchos palitos cortados y atados según lo había indicado el Señor Maureria.
Desde ese momento con Hugo Moreno Padilla se forjó una amistad que fue creciendo muy fuerte a medida que pasaba el tiempo.
Hugo Moreno vivía con su familia en calle Mariñán entre las calles Uribe y Riquelme, cerca de mi tía Olga Flores Arriagada; su papá, Don Hugo trabajaba en lo que yo conocía como "el agua potable" y era un hombre muy agradable y educado; su mamá la señora Elda me recibía en su casa con mucho cariño; Hugo tenía mas hermanos varones pero no recuerdo cuantos, de su hermanita pequeña me llamaba la atención su nombre; Nadia, porque lo había escuchado en alguna película.
Con Hugo Moreno Padilla en el año 1970 en Séptimo Año comenzamos a sentarnos juntos en los pupitres al lado de los ventanales que daban a calle Arturo Prat.
Por ese tiempo se mudaron a una naciente población en la salida norte de Cañete siendo ellos pioneros en el lugar.
Allí mi amigo Hugo se interesó en aprender guitarra, y no sé si ya tenía el instrumento guardado pero apareció en escena por arte de magia una hermosa guitarra que comenzó a ser nuestra compañera todas las noches; y cuando digo todas las noches debe entenderse literalmente porque todas las noches sagradamente yo llegaba hasta su casa.
Un día Hugo me dijo que había conseguido un trabajo para los dos y que lo cobrado lo repartiríamos a partes iguales.
El trabajo consistía en hacer un hoyo en un sitio vecino para un pozo séptico porque todavía ni hablar de alcantarillado para el efecto en el lugar, eso sería mucho tiempo después.
Con algunas herramientas que eran de su padre nos pusimos manos a la obra y comenzamos a cavar y si los dueños de casa no nos dicen que ya es suficiente de profundidad seguramente habríamos atravesado el planeta porque cada vez que medíamos el pozo siempre encontrábamos que no era suficiente y seguíamos cavando.
Uno utilizaba un chuzo y picota, y el otro arrojaba la tierra con una pala; luego cuando la pala ya fue inútil para arrojar la tierra fuera del pozo llenábamos un balde y el que estaba afuera lo jalaba con una cuerda.
Al final llegó el esperado momento del reparto de la tarifa licitada por Hugo; no recuerdo exactamente cuanto era, pero quedamos conforme con la cantidad.
No hay muchas cosas que contar junto a mi amigo Hugo Moreno Padilla porque no salíamos a ninguna parte; todas las noches nos poníamos a guitarrear en su casa al calor de una salamandra que funcionaba con aserrín y que nos permitía estar hasta muy tarde de la noche conversando y disfrutando de algunas anécdotas que nos narraba su papá.
Una vez llegó de visita un tío de Hugo que tocaba la guitarra extraordinariamente bien.
Con el crecimiento natural nos dejamos de ver durante un tiempo porque yo comencé a trabajar y Hugo siguió estudiando.
Por septiembre de 1976 encaminé mis pasos hasta su casa y sucedió algo que nunca pude explicarme por qué...
...resulta que cuando yo llegaba hasta su casa era recibido con alegría, como uno más de la familia y pasábamos hasta el comedor y Hugo traía la guitarra y comenzábamos a tocar y cantar y luego su mamá, la señora Elda nos servía un refrigerio.
Pero esta vez fue diferente; mi amigo Hugo me hizo pasar hasta el taller carpintero de su papá y allí estuvimos un rato lo que me pareció muy extraño porque no vino su mamá a saludarme, ni nadie más.
Pronto decidí retirarme y me fui muy triste pensando que tal vez en alguna oportunidad se habría perdido algo de lo que yo era sospechoso. No lo supe porque nunca más regresé.
Pasaron muchos años, 40 exactamente hasta que en noviembre del 2016 recibí un e-mail de mi amigo Hugo Moreno Padilla en donde me invita a llegar hasta su casa, compartir un asado, relatarme una historia de un personaje para mis publicaciones; y recordar la juventud hoy en el atardecer de nuestras vidas junto a la misma guitarra que dice que aún conserva.
El correo no lo contesté.
Pero hace una semana tuve un sueño; un agradable sueño en el que caminando por la vida me encontraba con mi amigo Hugo Moreno Padilla en donde compartíamos la enorme alegría de vernos al cabo de tantos años y conversamos mucho... en aquel sueño mi amigo me decía que era una pena enorme que hubiera pasado tanto tiempo de no vernos sin que hubiera motivo alguno; en el sueño Hugo me decía: "Francisco, tu eres mi amigo en el ayer y has sido mi amigo por todos estos años y te hemos extrañado en casa, mis padres aún te recuerdan".
Cuando desperté me sentí muy mal porque fui muy ingrato con una familia que me quiso mucho, y que tal vez lo que viví en septiembre de 1976 no era lo que creí. Tal vez me equivoqué.
Hugo Moreno Padilla, continúa hoy siendo mi amigo, está en los gratos recuerdos de mi infancia y de mi paso por la gloriosa Escuela N° 1 de Cañete como un compañero afable, muy simpático y que me dio su amistad, la que en un próximo viaje a Cañete buscaré recuperar.
*** SIN COMENTARIOS INGRESADOS***