El 11 de noviembre de 1983, SEBASTIÁN ACEVEDO, se inmola frente a la Catedral de Concepción, en un acto desesperado por denunciar la detención de sus hijos por agentes del régimen de Pinochet. La fotografía de su cuerpo en llamas apareció en las portadas de los periódicos del mundo. Sus hijos, desde el dolor, le sobrevivieron.
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