¿Cuántos casos más, también desconocidos por La Moneda, irán apareciendo entre estos partidos que surgieron cuestionando la moralidad de las intenciones y la ética política de quienes gobernaron los treinta años?
Por Cristián Valdivieso, Director de Criteria (original en: www.ex-ante.cl)
El 11 de junio, hace sólo un par de semanas, el Presidente Gabriel Boric participó en el aniversario de su partido, Convergencia Social.
Ese día, entre varias arengas a sus militantes, también hizo un llamado a la unidad de la izquierda, particularmente la frenteamplista: “a veces, quienes somos militantes nos metemos en peleas de militantes. Les invito a que, en este cuarto, y ojalá último, aniversario pensemos en grande, más allá de nuestra militancia, porque hoy tenemos una responsabilidad que es mayor”.
Muy concretamente, la invitación del Presidente a su partido era a fusionarse, ojalá lo antes posible, con el resto del Frente Amplio. Es decir, a formar un solo partido junto a Comunes y Revolución Democrática (RD).
¿Qué estaría pensando el Mandatario sobre los partidos frenteamplistas en ese momento de entusiasmo verbal? Para empezar, ¿tendría conciencia que esos partidos, en conjunto, son percibidos por la población como desconectados de los problemas y prioridades que más aquejan a las personas?
Pero como así no más es la política, a Gabriel Boric no le queda más opción que convencerse que la distancia de la sociedad con el Frente Amplio es un fenómeno perceptivo circunstancial y que con más trabajo en terreno, control de las “fake news” mediante una comisión asesora para la desinformación y más conciencia social, de seguro podrían “darlo vuelta”.
Hasta aquí, entonces, no podríamos acusar ingenuidad ni improvisación en la invitación presidencial a la fusión. Pero el terreno cambia cuando nos salimos de las percepciones sociales y entramos a los hechos que han caracterizado a los partidos frenteamplistas en el último tiempo.
Hechos que el Presidente tendría que haber conocido y sobre los cuales sus asesores haberlo prevenido. En abril de este año, una investigación periodística de Canal 13 evidenció un burdo sistema de “copy-paste” de estudios de opinión realizados por Criteria y que fueron utilizados en informes presentados por una fundación del Partido Comunes.
Según notas de prensa, la secretaria de Chile Movilizado, como se llamaba la fundación, afirmó a la Fiscalía Metropolitana Sur que “la fundación era un cascarón, una maqueta, estaba vacía por dentro”.
En el mismo reportaje de canal 13, el Gerente General de Criteria señaló que “el fiscal nos mostró algunos extractos de informes de esa organización, los cuales coincidían completamente con el contenido de los informes de los estudios electorales entregados por Criteria a Comunes en el marco de los servicios prestados. Es decir, eran exactamente las mismas láminas y gráficos hechos por nosotros”.
En parte de la denuncia realizada por Criteria a la Fiscalía luego de conocer los antecedentes del reportaje, se señala: “la apropiación del trabajo por parte de la fundación alcanza a tal grado, que reemplazaron los logotipos ‘Criteria’ por logotipos asociados a ellos”.
Sigamos con los hechos. A pocos días de la invitación presidencial a la fusión, RD, otro partido del Frente Amplio, salió a la palestra pública y no precisamente por actos de moral superior. Esto, luego que se descubriera que un ex jefe de gabinete de la diputada y expresidenta del partido Catalina Perez encabezó, desde su cargo de SEREMI de Vivienda de la Región de Antofagasta, las gestiones para otorgar fondos que fueron a parar a Democracia Viva. También una fundación, liderada nada más y nada menos que por la pareja de la diputada y, era que no, militante de RD.
¿Cuántos casos más, también desconocidos por La Moneda, irán apareciendo entre estos partidos que surgieron cuestionando la moralidad de las intenciones y la ética política de quienes gobernaron los treinta años?
En una declaración de esas que intentan ser duras, como aquella de que “seremos unos perros con la delincuencia”, Boric salió a cuestionar las prácticas de quienes hacía pocos había invitado ser una misma familia. “Frente a situaciones que dañan la fe pública hay que ser implacables”, señaló con firmeza el Mandatario.
No son los medios ni los analistas los principales responsables de cuidar la figura presidencial. Son, justamente el mandatario y su grupo de asesores, los primeros llamados a cuidar la presidencia. Para ello tienen medios, recursos y todo el aparato público para anticipar y evitar escenarios que terminan descolocando y desacreditando al Presidente.
Es que, si hay alguien que no puede actuar improvisadamente en público, y menos confiar ciegamente ni siquiera en sus más amigos, es el Presidente de La República.
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