Los orígenes de la ciudad de Lebu se remontan a mediados del siglo XIX, cuando mineros y militares impulsaron su ocupación y desarrollo, dejando como testimonio el oficio N° 425 de 1862, considerado por algunos como el documento fundacional de la capital provincial de Arauco.
Hacia mediados del siglo XIX, comienzan a llegar al área de la desembocadura del río Lebu visionarios y esforzados empresarios mineros que tenían noticias acerca de una abundante riqueza carbonífera que existiría allí. Tras parlamentar con algunos caciques locales, pudieron comenzar sus incipientes explotaciones carboníferas, combustible básico para las ricas industrias mineras del desierto de Atacama, para el transporte por buque a vapor y por ferrocarril y para las explotaciones agrícolas de la zona central que comenzaban a usar también las maquinas a vapor.
La ocupación de Lebu fue una “operación militar”, que también incluía la penetración pacifica de los territorios, a través de la fundación de ciudades y el establecimiento de colonos en tierras gratuitas, de manera de fomentar la ocupación de la zona y desarrollar la producción de trigo. En este caso en particular no se levantó un Acta, (con reparto de solares al tradicional estilo de los conquistadores), como había ocurrido en otros lugares de la alta Frontera, por la cual se debería considerar como documento fundacional, al oficio Nº 425, del 14 de octubre de 1862, enviado por el gobernador de Arauco Pedro S. Martínez, al señor Intendente de Arauco Cornelio Saavedra, que se puede leer integro a continuación:
“Gobierno departamental. Nº 425 Arauco, octubre 14 de 1862. Acompañado por el Sor. D. José Antonio Lénis, Comandante de la Brigada de Marina que guarnece esta plaza, y por los Sres. D. Juan Ant. Montalba y D. Jacinto Lermanda, me embarqué en Tubul como a las 5 de la tarde del día 5 del corriente a bordo del Vapor de la República “Maule” y un instante después partimos para Lebu, en cuyo punto se soltó ancla como a las dos de la mañana del día 6. Cuatro o cinco horas más tarde salté a tierra sobre la margen sur del citado río en unión del Sor Comandante de dicho, D. Nicolás Saavedra, de varios oficiales de su dependencia, de los Sres. D. Juan y D. Roberto Mackay y de las demás personas que dejó citadas; pero como el tiempo era malo y la lluvia copiosa, no me fue posible contraerme desde ese instante a buscar el lugar más a propósito para la construcción de un cuartel en cumplimiento de las órdenes de V.S. y según las instrucciones que verbalmente se sirvió comunicarme. Dispuso sí, acto continuo, que varios correos saliesen para el interior de la Araucanía con orden de citar a los Caciques Gobernadores, para que al siguiente día se reuniesen conmigo en la extensa y magnifica vega por donde corren las aguas del Lebu al internarse en el Mar. Momentos después el tiempo mejoró algo, y entonces asociado con los expresados Sres. y con Don Matías Rioseco, examiné atentamente, no sólo las riberas del Lebu, sino también las alturas que dominan por el Sur y por el Oeste. En este examen empleamos el resto del día y parte del siguiente hasta el momento en que, de acuerdo con el Comandante del “Maule” y del de la Brigada de Marina, según V.S. me lo previno, se fijó el punto en que en nuestro concepto, reúne todas las condiciones apetecibles para la instalación de un cuartel; se tomaron, en consecuencia, las medidas necesarias para señalar con exactitud el lugar en que debe levantarse ese edificio y se trazó la área del pueblo que ahí podrá formarse sobre un terreno llano y enjuto que desciende suavemente hasta tocar con el Lebu. El local elegido para el cuartel, es precisamente el mismo en que se ven los cimientos en un fuerte constituido allí durante la dominación Española, y visitada como 800 metros del cerrito que el Capitán del Navío D. Leoncio Señoret designó como el punto más adecuado para una fortificación (Véase la Memoria de Marina, página 34, epígrafe “Vega del Sur de Boca Lebu”). Por la situación de ese local y por su elevación sobre el nivel del mar, los fuegos de la artillería de grueso calibre que allí se coloque, cruzarán en todas direcciones dominando la boca del río, el vado que lo atraviesa a sus inmediaciones y los caminos que bajan a la Vega, que es donde se eleva gradualmente la altura en que se ostentarán el Cuartel y su recinto de ciento diez metros cuadrados. Un arroyo de excelente y abundante agua potable que se desprende de los cerros vecinos, pasará por al centro al recinto y en seguida se derramará por las calles de la futura población. A tales condiciones puede añadirse otra que sería de vital interés, tanto para los defensores del fuerte, como para los moradores del pueblo, campiñas y eminencias circunvecina. Sobre la cúspide de los cerros que en forma de semicírculo se levantan dónde termina la Vega citada, la naturaleza presenta a la vista una extensa meseta que se prolonga hasta el río Tucapel .En un punto distante como treinta cuadras del lugar designado para el Cuartel ,esa meseta es estrecha, dando paso al único camino que del interior baja al valle de Lebu y allí muy fácil sería labrar un ancho y profundo foso como de 250 metros de longitud ,cuyo extremo se uniese con dos quebradas muy montuosas, hondas y barrancosas que giran en opuesto sentido, descendiendo la una al Oeste, hasta tocar con el Mar y la otra al Este, hasta la ribera del río Lebu y de esta manera quedaría perfectamente encerrada una vasta extensión que, a mi juicio, contendrá dos mil cuadras cuadradas. Sobre ese foso podría establecerse un puente levadizo para facilitar el tráfico en épocas normales, y allí mismo en las anormales bastará una guarnición militar de 50 hombres para contener cualquiera invasión de los indígenas, por más numerosa que ésta fuese Paso ahora a ocuparme de lo que se hizo en Lebu el día 8 del presente. Hallándose juntos en la mañana de ese día los caciques Gobernadores Mariñanco, Lepiñanco, Hueramanque y Porma con los caciquillos y mocetones de sus sequito, les dije substancialmente: 1° Que accediendo al Sor. Presidente de la República a los deseos que ellos le manifestaran en Santiago, había resuelto, como buen padre de familia Chilena, establecer en Lebu una fuerza militar destinada a protegerlos en su vida o intereses para que pudiese vivir y trabajar tranquilos bajo el amparo de nuestras leyes. 2° Que para nuestros soldados se alojasen cómodamente, era necesario construir un Cuartel desde luego, y que siendo dedicado ese edificio a contener sus amigos y protectores, el Gobierno me había ordenado elegir de acuerdo con ellos el local que mejor nos pareciese al efecto. 3° Que allí mismo se formaría un pueblo en el cual ellos y los ciudadanos de raza europea se confundirían como hermanos, y que entonces a la sombra de la paz se harían ricos y felices cultivando las relaciones comerciales con ese pueblo, y 4° Que la prueba más cabal de las buenas intenciones del Gobierno, la tenían en la feliz circunstancia de haber elegido al Sor. Presidente de la República para jefe de la fuerza destinada a protegerlos, al Sor Comandante Lénis, quien, como ellos sabían, era su antiguo y mejor amigo. Terminada mi explicación, los Caciques gobernados por sí y el nombre de sus gobernados tomaron la palabra y dijeron: que aceptaban con mucho gusto la determinación del Gobierno como protectora de su vida y propiedades; que siempre serían los nobles y decididos defensores de la autoridad administrativa; que tenían horror por la guerra y el deseo sincero de mantener y procurar la paz, en cualquier caso, concluyendo por indicar sus simpatías en favor del Señor Lénis. A continuación, nos trasladamos todos al sitio elegido para el Cuartel con el fin de fijaren en él la piedra fundamental de edificio. Esta ceremonia fue solemne y merece una especial mención. Colocados en primera fila los cuatro Caciques Gobernadores, dispuse que sus oficiales y caciquillos formasen a retaguardia con una bandera nacional, y que sus mocetones en tercera fila describiesen un semi-círculo. Al frente de los caciques gobernadores me situé en primera fila con el Comandante del Maule Sor Saavedra, con el Sor Lénis Comandante de la Brigada de Marina y con el Sor Don Juan Mackay, propietario del terreno que pisábamos. En segunda fila estaban los oficiales del Maule, el Subdelegado de Lebu D. Clodomiro Hurel y los señores que me acompañaban. A nuestra izquierda se formó en batalla la tropa que cubre la guarnición del Maule. En el centro de ese conjunto se depositó por los caciques gobernadores, por mí y por los sujetos que en la fila me seguían, la piedra fundamental del edificio entre dos banderas nacionales. Colocadas en tal disposición, tomé la palabra y dije a los araucanos: “Aquí tenéis la primera piedra de un edificio cuyo techo servirá para cubrir a vuestros amigos y protectores, y que será la base de nuestro dichoso porvenir. Invocad el nombre de Dios y jurad defenderlo con decisión aún a costa de vuestra sangre. Ese edificio será vuestro, y es muy justo que os comprometáis de esa manera para que pueda conservarse y servir de asilo en la desgracia”. Nos descubrimos todos, y Mariñanco contestó: que, por él, por sus hijos y macetones, jura derramar hasta la última gota de sangre defendiendo ese edificio. Un estrepitoso ¡Viva Chile! ¡Viva el señor Presidente D. José Joaquín Pérez! ¡Viva la tranquilidad pública! siguieron inmediatamente. Acto continuo brindó el Sor Comandante del Maule con la felicidad de la raza Araucana y por la conservación del orden público. Lepiñanco le contestó expresando la misma idea de Mariñanco. Sucediéronse los brindis alternativamente entre los presentes, expresando nobles deseos y alegres esperanzas. Las entusiastas vivas se repitieron muchas veces, la fusilería hizo sus descargas y el cañón de abordo contribuyó para solemnizar el acto, que terminó con un abrazo fraternal; pero lo que hubo más notable y significativo en la ceremonia, fue la circunstancia de haber brindado; tanto los Caciques gobernadores, como sus hijos, oficiales caciquillos y mocetones en el mismo sentido que Mariñanco. Dejando a los indios llenos de contento en el sitio de la ceremonia, nos embarcamos y navegamos con dirección Tubul, a donde llegamos como a las 10 de la noche. Antes de concluir esta nota, haré presente a SS. que los señores D. Mackay y D. Matías Rioseco, propietario de la Vega de Lebu, se han comprometido ante mí y los otros señores que me acompañaban, a ceder graciosamente en favor fiscal y municipal, todo el terreno que pudiese ser necesario para el Cuartel y su recinto y para los demás edificios públicos que se estime conveniente construir en área delineada para el nuevo pueblo. Los mismos sujetos han ofrecido gratuitamente todos los recursos de que ellos pueden disponer para la pronta realización del expresado trabajo. Del Sor. Rioseco debo hacer una mención honrosa por los oportunos servicios que espontáneamente nos hizo en Lebu, y por el generoso hospedaje que nos brindó en su propia casa. Sor. Comandante del Maule D. Nicolás Saavedra remitirá a V.S. directamente un plano del área demarcada para el pueblo de Lebu. Terminaré noticiando a V.S. que al Cuartel tantas veces citado lo hemos nombrado por aclamación general “Fuerte Varas” en honor del ilustre, del eminente ciudadano, del esclarecido patriota, del sabio y probo republicano D. Antonio Varas. Con todo lo expuesto dejo contestada la nota de V.E. de fecha 2 del presente mes. Diosgue. á V. S.- Pedro S. Martínez. Al Sor. Intendente de la Provincial. |
NOTA DEL AUTOR:
-Este oficio que debería ser el verdadero documento fundacional, fue enviado por el Gobernador de Arauco Pedro S. Martínez, al señor Intendente del Departamento de Arauco coronel Cornelio Saavedra Rodríguez, dándole a conocer lo acontecido con su histórico encargo.
-En “La Provincia” del 30 diciembre de 1928, se publica integro oficio N° 425, del 14 octubre de 1862, enviado por el gobernador de Arauco Pedro S. Martínez, al señor Intendente de Arauco Cornelio Saavedra. Luego obsequiado por el periodista Norberto Soto Gilabert (seudónimo de Iñigo García) al Intendente de Arauco, don Moisés Anabalón. (Dicho periódico actualmente se encuentra en Centro Documentación Patrimonial de Lebu).
-Luego el mismo Saavedra transcribió en diez carillas sesgadamente al Ministerio del Interior con el N° 50 con fecha 31 de octubre de 1862. Siendo que es este último documento, el considerado por el Gobierno como “Acta de Fundación de la ciudad de Lebu”.
-Este último documento se encuentra en Archivo Nacional y una copia de ese documento se puede ver en Biblioteca Municipal de Lebu y Centro de Documentación Patrimonial. (Este documento fue donado por un vecino de la comuna y este a su vez lo habría recibido del historiador lebulense José Alejandro Pizarro Soto).
Bibliografía:
- Encina y Castedo. “Historia de Chile”, Tomo I.
- Góngora Marmolejo, Alonso. “Historia de Chile desde el descubrimiento hasta el año 1575”.
- Pizarro Soto, José Alejandro. Libro “Lebu, de la Leufumapu a su centenario 1540 -1962”. Primera Edición, Noviembre de 1991. (En páginas 98-99-100-101, se transcribe oficio N° 425 del 14 de octubre de 1862, donde el gobernador Pedro S. Martínez, informa al intendente Cornelio Saavedra.
Dicho documento fue publicado en estos diarios y en esas fechas:
- En “El Mercurio”, Valparaíso 14-11-1862.
- En “El Correo del Sur”, Concepción, 8-11-1862.
- Además, fueron reproducidos en “El Regional” de Curanilahue, el 20-03-1927
- En “La Provincia” del 30 diciembre de 1928, se publica integro oficio N° 425, del 14 octubre de 1862.Dicho periódico se encuentra en Centro Documentación Patrimonial de Lebu.
- “El Minorista” de Lebu, el 16-10-1950.
Además en:
- - “Acta de Fundación de la ciudad de Lebu, 8 octubre de 1862”. Copia fotostática, compuesta de diez carillas y que corresponde a un original, que rola en el libro Ministerio del Interior, Arauco, Años 1855-1863. Santiago 5 de enero de 1967. (El original se encuentra en el Archivo Nacional; una fotocopia de dicho documento se puede ver actualmente en el Archivo Histórico de Lebu y en Centro de Documentación Patrimonial). Este documento fue donado por un vecino de la comuna y este a su vez lo habría recibido del historiador Alejandro Pizarro Soto.
- “Memoria de Marina, 1862”. Página 34. Imprenta Nacional, Santiago de Chile.
- Lattapiat, Tucapel 1865. “Memoria del Gobernador de Arauco”. In: Memoria del Interior. Santiago de Chile: Imprenta Nacional, agosto 1865, p. 189-196 (Documentos anexos). Suscrita en Arauco, 25 abril 1865.
- Mariño de Lobera, Pedro. “Crónica del Reino de Chile”, escrito por el capitán… Capitulo XI.
- Villalobos, Sergio “Incorporación de la Araucanía, relatos militares de 1822-1883”.
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