Se nos ha incorporado como columnista, Patricio Ferrada Muñoz, un ex militante RN Biobío, hoy un observador crítico de la política. En este segundo artículo que le publicamos se refiere a la baja de popularidad y encuestas de la candidata Evelyn Matthei.
ESCRIBE PATRICIO:
Mientras los partidos del oficialismo se alistan para enfrentar sus primarias presidenciales, los verdaderos efectos de este proceso podrían sentirse al otro lado del espectro político. La oposición, que alguna vez observó con tranquilidad los vaivenes del progresismo, hoy se enfrenta a una de sus decisiones más complejas: qué hacer con la candidatura de Evelyn Matthei. Y es que, aunque parezca paradójico, el desenlace del bloque de gobierno podría terminar desmantelando el frágil andamiaje que sostiene a la actual carta presidencial de Chile Vamos.
En el ajedrez político chileno, nos encontramos nuevamente ante un escenario donde las piezas parecen moverse con urgencia, pero sin estrategia de fondo. El proceso de primarias en la centroizquierda y la creciente descomposición discursiva en Chile Vamos son reflejo de una crisis más profunda: la de liderazgo auténtico, de coherencia política y de proyectos que conecten con las reales demandas ciudadanas.
En la vereda progresista, el espectáculo raya en lo tragicómico. Jaime Mulet, quien por más de tres décadas fue parte activa de la ex Concertación —coalición que moldeó buena parte del Chile postdictadura— hoy intenta renegar de su pasado como si la memoria colectiva de este país fuese desechable. Su afán por posicionarse como una figura "antisistema" no sólo resulta forzado, sino que también ofensivo para quienes vivieron y participaron de aquel proceso de transición democrática, con todas sus luces y sombras.
A su vez, Jeannette Jara —quien fue ministra del actual gobierno de Gabriel Boric— ha sorprendido al declarar su preferencia por Michelle Bachelet como referente político, desmarcándose así de quien, literalmente, le dio tribuna nacional. Este acto, más que una expresión de autonomía política revela un síntoma mayor de desconexión con el proyecto político que alguna vez defendió y una búsqueda desesperada por reconectar con la base electoral más moderada. ¿Lealtad institucional? En la política chilena parece que hoy cotiza a la baja.
No menos preocupante es la postura de Carolina Tohá, que en un giro discursivo drástico ha prometido enfrentar con fuerza la delincuencia y la inmigración irregular, como si en su gestión como Ministra del Interior no hubiera tenido la oportunidad —y el deber— de avanzar con convicción en esos temas. Este tipo de declaraciones, que buscan alinearse con el sentir ciudadano, no hacen más que evidenciar una peligrosa instrumentalización del miedo y una falta de autocrítica estructural.
Mientras tanto, el diputado Gonzalo Winter nos asegura que ahora sí está listo para ser Presidente. Curioso, si consideramos que el Frente Amplio nació bajo la promesa de romper con los vicios del pasado y renovar la política. Hoy, uno de sus rostros emblemáticos incurre en la misma lógica de auto ensalzamiento que criticaron con vehemencia hace menos de una década. ¿Dónde quedó la humildad transformadora de aquellos que llegaron al Congreso a “servir y no a servirse”?
La reciente suspensión de actividades de Matthei, justificada oficialmente por temas de salud, coincide con un claro declive en las encuestas. Pero más allá de la narrativa oficial, en pasillos políticos y círculos empresariales se habla de una posible “bajada pactada”, con miras a reorganizar un tablero que parece no haber previsto la profundidad del desgaste de su figura.
La clave, sin embargo, no está solo en su estado de salud o en la falta de entusiasmo de sus aliados. Está en lo que pase en las primarias del oficialismo. Si Jeannette Jara, Carolina Tohá o incluso Gonzalo Winter logran articular un discurso fresco, audaz y, sobre todo, creíble, se abrirá un nuevo ciclo político que dejará sin aire a quienes —como Matthei— representan la nostalgia de los 90 más que el futuro del país.
Lo cierto es que en Chile Vamos hay más dudas que certezas. La evaluación de nuevos nombres como el empresario Juan Sutil o el exministro Alfredo Moreno revela un vacío profundo: el de proyecto, el de relato, y el de liderazgo. La tentación tecnocrática vuelve a asomarse como falsa solución a una crisis de identidad. Pero ni la buena gestión ni el capital empresarial reemplazan la sintonía con la calle ni el coraje político que exige este momento histórico.
¿Está la derecha dispuesta a retirarse de la carrera presidencial para reagruparse y repensarse? ¿O intentará llegar a la papeleta de 2025 por mera inercia, arrastrando un nombre que ya no convoca ni inspira?
Lo sabremos tras las primarias del gobierno. Porque en política, a veces los golpes más duros no vienen del adversario, sino del espejo.
La sensación predominante es que la clase política —en ambos sectores— está atrapada entre la nostalgia del pasado y el oportunismo del presente. Nadie parece tener un relato coherente ni una visión de futuro clara. Sólo hay rostros conocidos repitiendo fórmulas gastadas, y candidatos emergentes que aún no logran inspirar ni movilizar a una ciudadanía cada vez más incrédula y fatigada.
Chile no está pidiendo milagros. Pide sentido común, coherencia y compromiso real. La fragmentación, las traiciones discursivas, y las candidaturas nacidas más del ego que del deber republicano no construirán el país que se necesita.
Las primarias de la centroizquierda serán un termómetro de esta crisis de identidad; la derecha, por su parte, debe decidir si quiere representar al país real o seguir siendo vocera de élites desconectadas. Lo único claro es que, mientras tanto, la política chilena sigue navegando sin timón, y lo peor, sin capitán.
Soy Patricio Ferrada Muñoz, Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, de formación y observador crítico de la política nacional y local. Con una trayectoria marcada por mi desempeño como Ex Asesor del Ministerio del Interior en materias de seguridad pública, he desarrollado una mirada aguda y reflexiva sobre el funcionamiento del poder y sus implicancias en la vida ciudadana.
Desde la galería, donde muchas veces se aprecian con mayor nitidez los movimientos y omisiones del escenario político, me posiciono como un opinante informado, sin temor a incomodar con verdades necesarias. Mis columnas son el resultado de un ejercicio constante de observación, análisis jurídico y evaluación del acontecer político desde una perspectiva independiente, pero profundamente comprometida con la democracia, la transparencia y la responsabilidad institucional.
Escribo no desde el escritorio del burócrata, sino desde la experiencia vivida en el territorio y el conocimiento jurídico, con la convicción de que la política debe volver a tener rostro humano, coherencia ética y conexión con los ciudadanos.
Porque cuando la política se aleja de la ciudadania, es deber de quienes miramos desde fuera, levantar la voz.
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