pragmatismo electoral ha golpeado con fuerza las puertas de Chile Vamos. En medio de un escenario político volátil y encuestas adversas, los partidos tradicionales de la derecha —UDI, RN y Evópoli— evalúan una jugada de alto riesgo y gran impacto: bajar la candidatura presidencial de Evelyn Matthei para pactar una lista parlamentaria única que les permita competir con mayor probabilidad de éxito frente al ascenso simultáneo de José Antonio Kast Y Jeannette Jara
El dilema de una derecha dividida
Lo que hace apenas tres meses era impensado hoy se discute abiertamente en los pasillos de Suecia 286 y Antonio Varas: la exministra y actual alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei, podría renunciar a su candidatura presidencial —la misma que se oficializó sin primarias— como parte de un rediseño estratégico ante un nuevo mapa electoral que amenaza con marginar a Chile Vamos del balotaje y, peor aún, del Congreso.
La última encuesta Cadem fue brutal: Matthei cayó a un 14 %, mientras Jeannette Jara lidera con 29 % y José Antonio Kast la sigue con 27 %. La derecha tradicional enfrenta el riesgo cierto de quedar atrapada entre el progresismo ordenado del PC y el conservadurismo sin complejos del Partido Republicano. Y con ello, perder su histórica gravitación institucional.
Una renuncia para salvar el Congreso
El razonamiento es tan duro como lógico: con Matthei tercera y en declive, seguir insistiendo en su candidatura puede terminar “canibalizando” los votos de derecha y debilitando la performance legislativa de todo el sector. En cambio, deponer su opción presidencial a cambio de una lista unificada permitiría:
- Maximizar el número de escaños en el Congreso,
- Fortalecer un relato legislativo coherente con un eventual gobierno de Kast, y
- Concentrar los recursos financieros y comunicacionales del sector en una sola estrategia.
No se trata de sacrificio, dicen en RN, sino de supervivencia electoral.
El “efecto Jara” y la unidad de la izquierda
La primaria del 29 de junio dejó una señal poderosa: Jeannette Jara no solo ganó con amplio margen, sino que consolidó un liderazgo disciplinado, transversal y apoyado sin fisuras por el oficialismo. La izquierda aprendió la lección del 2021: dividirse cuesta caro.
Y mientras el oficialismo se abraza a una figura única, la derecha aún no logra resolver sus fracturas identitarias. El riesgo de un Congreso dominado por la izquierda no es paranoia, sino un escenario aritméticamente posible si la derecha compite con más de una lista.
Matthei en silencio (por ahora)
En el círculo íntimo de Evelyn Matthei se aferran a la legitimidad de su candidatura y a la idea de que su perfil liberal-conservador aún representa a una derecha moderna, con visión social y experiencia de Estado. Pero la aritmética ha comenzado a pesar más que la épica.
Bajarse sin consulta ciudadana, advierten sus cercanos, sería “renunciar a la identidad UDI”. Pero la presión no viene solo desde el gremialismo: Evópoli y RN también ven con simpatía una lista unitaria con Republicanos, Demócratas y hasta pactos de omisión regionales. Todo, por asegurar gobernabilidad.
El reloj avanza: la hora de decidir
El plazo de inscripción ante el Servel vence en pocas semanas, y las planillas parlamentarias están a punto de imprimirse. Si Chile Vamos decide reordenar su tablero, debe hacerlo ya.
Un acuerdo bien ejecutado podría permitir que Matthei lidere el “eje legislativo” del sector y encabece la batalla por el Congreso. Pero si la negociación fracasa, el bloque arriesga una triple derrota: perder La Moneda, el Parlamento y —peor aún— su cohesión interna.
Epílogo: la derecha frente al espejo
Lo que está en juego no es solo una candidatura, sino el futuro de un sector político que fue protagonista por tres décadas y que hoy parece atrapado entre dos extremos.
La eventual bajada de Matthei no sería una derrota personal, sino el acto político más pragmático de una generación que, por primera vez, entiende que en política no gana quien grita más fuerte, sino quien suma más escaños.
Si hay un momento para que Chile Vamos actúe como coalición y no como suma de egos, es este. El reloj no perdona.
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