'No todo lo que brilla es oro' en el hermoso Hospital Intercultural de Cañete u Hospital Kallvu Llanka (Joya del Universo); nuestra columnista, Juana Salazar, en su despedida de este dejó al desnudo el trato que existe en la "familia hospitalaria", emitió críticas que bien pueden aplicarse a otras instituciones dirigidas por personeros insensibles y poco humanos.
Juana nos solicita publicar su discurso de despedida de un Hospital que lo quiso como suyo despues de tantos años que trabajó en el:
“SI TUS SUEÑOS SON TUS METAS, ESFUÉRZATE, PARA HACERLOS REALIDAD”
Pedí este espacio para dirigirme a ustedes sin decir el motivo, tan sólo es una experiencia de vida que espero nos mueva a reflexionar. A muchos de los presentes no los conozco y muchos de ustedes a mí tampoco. Pero soy de la casa, no digo familia hospitalaria porque hace mucho tiempo que dejamos de serlo.
Familia, en que nuestros padres por razones políticas van cambiando y cada vez se muestran más distantes de sus hijos y permiten que cualquier hijo de vecino los acuse o agreda injustamente y no se manifiestan muy claros en su defensa, más bien ocupan su tiempo en manosear y cuestionar el desempeño del funcionario, en su mezquino afán de cumplir a cabalidad con el mandamiento que se llama, “ley de reclamos”, sin darse cuenta que con ello se llevan parte de la salud mental del trabajador.
Una familia, en que todos sus hijos estamos dispersos dentro de la casa, sin posibilidades de conocernos por falta de tiempo, frente a la inequidad en la distribución del trabajo. En que un muy reducido número de funcionarios somos esclavos; de las metas, plataformas computacionales y de un interminable papeleo, que nos mantiene sometidos a un permanente stress, sumado a la ausencia de insumos y de espacios físicos que nos permitan terminar nuestro trabajo dentro de la jornada laboral y por otro lado se ve como una gran mayoría de funcionarios tienen tiempo hasta para jugar y ser amigos de su celular.
Una familia, en que no se respeta a los hijos mayores ni se valora su experiencia, más bien son catalogados de mañosos, jodidos y que no se modernizan. Muchos de ellos pasan sus últimos años laborales, en silencio y casi invisibles dentro de la institución, partiendo de esta misma forma a su jubilación en que sólo los más cercanos a su puesto de trabajo lo notan. Eso, también es bullyng.
Una familia, carente de empatía, sólo nos esforzamos de practicarla con nuestros pacientes y no siempre, porque cuando son policonsultantes y no los tenemos presentes los tratamos de cachitos, pero usando un tono como de cariño, para que no se note tanto que es un trato agresivo de nuestra parte, sin detenernos a pensar que son personas a las que no hemos sabido escuchar para ayudarlos a resolver en parte sus problemas de salud.
Una familia sin sentido de pertenencia, unidad, compañerismo ni solidaridad. Muestra de ello, es que no saludamos ni nos interesa el otro. No nos importa ni acordamos del compañero ausente o que se encuentra enfermo. Si se hacen campañas solidarias para ir en ayuda del que nos necesita nos duele la mano para meterla al bolsillo y si se usan otros mecanismos para recaudar fondos como alguna venta interna, nos amparamos a la sombra de algún familiar o de las redes sociales para criticar.
Una familia, donde el funcionario que no tiene un celular de última generación, que no le interesa ni tiene tiempo para participar en las redes sociales, no existe. Esa crítica en tono burlón también la he recibido en la cara. Pero, en mi fuero interno me rio y contesto “deja que mis neuronas se críen”.
La práctica habitual de estas “modernas conductas”, me motivan a retroceder en el tiempo e invitarlos a conocer mis inicios como Enfermera o quizás mucho antes, cuando ni siquiera pensaba que éste sería mi camino. Seguir esta ruta fue idea de mi hermano y creo que me conocía bastante bien, porque no se equivocó. Es una profesión que amo y que ejerzo con pasión. A mí, me llamaba la atención la Arqueología y la Danza, mis profesores y conocidos me encontraban cara para Arquitecta, porque era buena para los números y tenía muy buena memoria y mis padres, que fueron los mejores que pude tener, sólo soñaban; porque recursos no habían, pero tenían muy clara su meta, casi inalcanzable para esos tiempos en que no existían ayudas estatales y esta era; educar a sus hijos, ojalá darles un título profesional y con mucho, pero mucho esfuerzo, ese que se escribe con mayúsculas, privándose de cosas personales, se hicieron a la tarea de cumplirlo. Siempre decían que era la mejor herencia que podían dejarnos.
Mi padre, falleció cuando yo iba en primer año de Enfermería y a mí madre con siete hijos, en que sólo el mayor trabajaba y tres en la Universidad, nunca la escuché decir, “mi hija va a ser Enfermera”, era muy inteligente y cauta, cuando le preguntaban por mí, sólo respondía “estudia Enfermería”, creo que tenía el secreto temor de que yo no fuera capaz de terminar la carrera que era altamente exigente, en esos tiempos era común escuchar cómo muchos estudiantes universitarios iban cayendo por el camino sin poder llegar a titularse. Fuimos hijos del rigor y eso nos enseñó que nuestra meta tampoco era fracasar. De mi generación de 100 alumnos nos graduamos 34.
Luego, a buscar trabajo y ahí sí que me fue mal, estuve 5 años en la más completa cesantía como Enfermera, pensé que nunca iba a llegar a ejercer o que se me había olvidado todo lo aprendido. Simplemente no había trabajo, teníamos que esperar hasta el infinito que alguna colega falleciera para ingresar al servicio y nadie quería hacerlo.
Hasta que por fin vi la luz y entré a trabajar, mis comienzos fueron duros, no existía el material desechable, que hubiera material ya era un acontecimiento, mucho menos el 4° turno. El turno que hacíamos era de llamada, en las noches los días hábiles y de 24 horas los fines de semana o feriados. Este consistía, en que primero te llamaban por radio y te iban a buscar en ambulancia o camioneta las veces que fuera necesario, si era de noche y no había vehículo, el portero te iba a buscar para acompañarte caminando aunque lloviera y después te tenía que ir a dejar. Al otro día a trabajar la jornada completa nuevamente y como éramos pocas, esta rutina se repetía casi día por medio. También atendíamos las Postas, porque no existía la DAS (Departamento de Salud Municipal). A pesar de estas y otras serias dificultades, hacíamos el trabajo con generosidad y cariño, sólo movidas por la fuerza, esa rara fuerza que ya no existe, o que se encuentra perdida e invisible a los ojos del materialismo y que se llama vocación.
Yo sé, que las comparaciones son odiosas y los extremos mucho más, pero reflexionar sobre estos temas es útil porque nos moviliza y si hay interés nos permite generar algunos cambios o al menos hacer intentos por enmendar el rumbo. Hoy me siento atrapada dentro de una familia muy disfuncional que ya no me gusta y que no puedo cambiar, pero por el privilegio que me dan los años, tengo la posibilidad de salir a explorar otros caminos y quizás cumplir otros sueños, motivo por el que aprovecho este momento para anunciarles, que me acojo a jubilación a partir del 1° de Julio del presente.
Creo, haber estado hecha para mucho más, no me conocieron, ni fueron capaces de explotar todo mi potencial, desde donde pude haber aportado a que este hospital fuera; no sé si mejor, pero sí un poco diferente. Me esforcé en ser buena Enfermera y persona, encontrando en mí una muy seria competidora y no sé si lo logré, pero el esfuerzo lo puse día a día y me voy contenta por ello. Nunca, en mis más de treinta años de servicio se me reconoció algún mérito, en cambio recibí muchos golpes y zancadillas, especialmente de colegas, esto hizo que me comportara como un mono porfiado y nunca lograron hacerme caer y aquí me tienen… con la frente en alto y digna.
No puedo irme, sin antes destacar en forma muy especial y dar infinitas gracias a la que para mí fue la mejor Directora del Establecimiento, me refiero a la Sra Nancy Aguila Mansilla, quién además de ser muy trabajadora, tenía corazón y me tendió su generosa mano en momentos difíciles y tristes de mi vida, como fue la enfermedad y fallecimiento de mi madre. También agradecer a la Srta Andrea Riffo Muñoz, Nutricionista que siempre me supo escuchar y brindar su cálido abrazo cuando fui castigada y trasladada de un día para otro al sector azul, período en que estaba atravesando otro momento difícil por la enfermedad de mi hermana, que más tarde también falleció. Todas estas experiencias no hicieron más, que hacerme cada día más fuerte, aprendí a ver el lado amable de las cosas aunque fueran negativas y fui capaz de transformar este castigo en un premio, ¡No saben el favor que me hicieron! Tuve la oportunidad de formar parte de un equipo con muy lindas personas; cariñosas, solidarias, comprometidas y trabajadoras. Sacamos adelante el sector que tenía los peores resultados y lo instalamos en el primer lugar. Me llevo muy lindos recuerdos de todos mis compañeros del Edificio F y unos pocos más, dispersos dentro de esta casa.
Por último, hoy quise poner en práctica una enseñanza que escuchaba siempre de mis padres, que era “nunca te vayas enojada o sin despedir, porque a lo mejor es la última vez que veas a esas personas”.
Que Dios, los bendiga con generosidad y cuide siempre a cada uno de Ustedes.
Foto gentileza de www.aarqhos.cl