La obra que nos presenta Bernardo Oyarzún en la Sala de Artes de la Universidad de La Frontera, posee la coherencia estética de una obra mayor. A la factura formal de los tallados, sus montajes sobre bases metálicas de atmósfera liviana, con luces y sombras en rojo que recortan y perfilan las mil máscaras – kolloñ; son los rostros de una identidad múltiple, acompañados de los nombres, apellidos y linajes mapuche, los hijos de la tierra.
Werken, es la instalación que representó a Chile en la Bienal de Venecia del 2017; es la obra de un artista visual, cuyo lenguaje contemporáneo y una rigurosa propuesta curatorial que revisa las definiciones de autor, de escultura, arte y etnografía. El artista con una generosa opción de autoría, concibe la obra a partir de una factura colectiva, donde participan 40 artesanos que tallan las máscaras, los dispositivos volumétricos más tangibles de su propuesta: tallar, devastar y vaciar el madero de donde emerge un rostro, la identidad y la cultura; ahora en diálogo con los textos en led donde corren los nombres de los linajes mapuche. La obra sitúa al espectador entre la imagen y el texto; el espectador está implicado, es parte de la obra de manera ineludible; y en esa tarima de observador, se transforma imaginariamente en sujeto de una interrogación sobre su identidad y pertenencia, por parte de un colectivo de mil rostros. El espectador observará las máscaras, verá correr los nombres, los apellidos olvidados, desconocidos o desaparecidos y tal vez la tecnología lumínica le presente por unos segundos la grafía de su propio linaje. Es el poder del arte.
Bernardo Oyarzún, sabe que está en el territorio histórico de esta pregunta, la Universidad de la Frontera, es también el espacio intelectual donde es un deber ético buscar respuestas; el Ministerio de las Culturas, Las Artes y el Patrimonio acompaña y patrocina esta acertada obra, que está llamada a actualizar los referentes estéticos y conceptuales del arte en región, y el retorno de la cultura en el espacio público, conscientes de la necesidad de diálogos sobre identidad, plurinacionalidad, interculturalidad y sobre todo ficciones, utopías y oficios, que devuelvan esperanzas a las actuales y futuras generaciones.
La obra Werken de Bernardo Oyarzún, nos permite un viaje al mito del kolloñ, del sátiro del bosque, reservorio estético del cambio cultural de la sociedad cazadora y recolectora a la sociedad sedentaria, que domesticó semillas, aves y animales. Ésta obra es una invitación a dejar de ser espectador del arte, y ser actores del destino de un territorio, porque la identidad no es una categoría referida a una u otra etnia, sino, una opción del ser, con su dimensión colectiva como sujeto cultural, para encontrarnos, dialogar con nuestras diferencias, respetarnos en nuestras distancias y valorar nuestras identidades; porque, en la sugerente invitación del artista, la máscara está en exhibición y nosotros a rostro descubierto, y en la pared a espaldas nuestras, están los nombres, las identidades; porque no hay barbijo, ni máscara que oculté nuestro rostro mestizo, ni vestimenta que acalle, lo que se ha negado históricamente, ni palabras, ni topógrafos, ni ingenieros que puedan borrar la evidencia arqueológica, la resistencia de la lengua y su poética narrativa, aquí está la estética de las maderas, la historia del árbol y el bosque nativo, los montes, las tierras aliadas, el paisaje sagrado y su gente que persiste, en el territorio de frontera que nunca debía serlo.
La obra de Oyarzún está llamada a trascender, porque se hace cargo de una pregunta fundamental en todos los tiempos y porque posee una coherencia formal y una densidad conceptual que coloca al arte en un lugar superlativo, como referente del quehacer social – político y no a la inversa. Esta obra, es una invitación a superar la caricatura de ver sólo la máscara, el rostro enmascarado del espíritu; habla de la pedagogía del respeto y tolerancia basado en la historia, la ontología del lenguaje, la filosofía y curiosidad de Ser en búsqueda de la verdad. De allí debe nutrirse la educación para que exista identidad, pertenencia, justicia y sobre todo desarrollo humano: Oyarzún propone el arte como tarea colectiva, donde el espectador es parte de la obra, donde la historia, las máscaras, las maderas, plintos en metal y los linajes en mapudungun con luces led son las capas de una estratificada etnografía sobre la que descansa el sustrato ético y filosófico de su obra.
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