Eduardo Sáez, uno de nuestros primeros colaboradores, cañetino avecindado en Brasil desde hace más de tres décadas, nos ha solicitado re-editar sus columnas que mucho se leyeron en las versiones anteriores de nuestro diario; acá una de las más querida por él.
Mis hermanos siempre me preguntan : Porqué te gusta tanto volver a Cañete ?, porqué siempre estás hablando de allí; de sus calles, sus ríos, sus lagos, sus plazas, tu escuela...? Siempre me quedo meditabundo, y acabo no respondiendo..., es que está todo muy profundo, muy enraizado; va por dentro corriendo en mis venas, haciendo contacto íntimamente con mi cerebro, mezclándose con mil recuerdos, con días nublados, con días de sol, con crepúsculos a las cinco de la tarde en los inviernos, con cenas a las 9 de la noche y a pleno sol en los veranos.
Por mi vista desfilan días idos subiendo a los cerezos en las pascuas, recogiendo zarza mora a la orilla del Tucapel, colectando digueñes y changles en los hualles por los lados de Cayucupil en los inviernos, sacando nalcas de los pajonales, atascándome con murtilla a orillas del Lanalhue, comiendo chupones en el Salto, recogiendo avellanas en las lomas atrás de la comisaría de los carabineros, tiñéndome con maqui en las tardes de Tranaquepe, soñando en cruzar el mar y pensando en las lindas hermanas Larronde de la isla Mocha ( mientras contemplaba la Isla desde los requeríos de Quidico).
Meditabundo también continúo cuando se agolpan en mi memoria y hacen latir mis sienes, los recuerdos de tantas aventuras en compañía de mis amigos de infancia; fuimos mil veces a buscar Las Misiones de los Franciscanos cerca de la cancha de aterrizaje ( había un gran túnel decían, que llegaba a las orillas del río Tucapel, por donde ellos huían de los indios cuando era necesario), y nunca la encontramos.
Tampoco nunca encontré el lugar donde nace el arco iris al asomarse el sol después de una tormenta en los inviernos y primaveras. Mis sueños de encontrar oro en los lavaderos de los Pincheira en la naciente del río Leiva; también aceleraba mi corazón la búsqueda de vestigios de la batalla de Tucapel en las barraca de Don José Otondo (allí excavábamos el aserrín días y días luego de encontrar un cántaro de greda y unos huesos que deducíamos eran humanos).
Pero lo que más me enternece es recordar el amor, las comidas, el cariño, las ropas que me hacía mi madre; las monedas que me regalaba mi tía Celmira para comprar clavos y hacer bateas para navegar cual pirata experiente por el río Tucapel, los rodamientos de acero para jugar a las bolitas que me daba mi padre, y que eran la envidia de mis amigos. Como no recordar a mi primer amigo de Cañete, el Checho Hermosilla (Sergio), como no enternecerme al pasar tardes escuchando historias y comiendo pan amasado y sopaipillas en la casa de mi madrina (que era mi prima), Celmira Maldonado viuda e Otondo.
Como olvidar a mi amiga Raquel Fica que me hacía reír, me decía que tenía una linda sonrisa, me profetizaba un maravilloso futuro, y que acabó muriendo de cáncer con poco mas de veinte años, que mismo estando enferma en vez de ser consolada, me auguraba y deseaba lo mejor. Cuando me preguntan mis hermanos porqué recuerdo tanto a Cañete, podría pasar horas intentando explicarles. Si tuviesen paciencia de escucharme, les daría que allí aprendí a amar platónicamente, que amé media docena de niñas de mi edad,. Amé morenas, trigueñas, rubias, colorinas, de ojos obscuros, de ojos claros, de mirada tierna, de timidez sin fin. Soñé allí en Cañete, ser marinero, ser bombero, jugador de fútbol, atleta, boxeador, maquinista, piloto, ingeniero, médico, actor famoso, descubridor de nuevos universos, publicista, periodista, poeta , profesor. Soñé allí en Cañete ser el más valiente de los valientes y enfrentar el mayor de los perros del jardín de los Aguayo, para de allí robar una linda flor y dársela a la Laurita Sau que vivía casi al frente (que claro, nunca supo de mis intenciones).
Soñé allí en Cañete volver un día a la casa de mi profesor primario (Don Raúl Durán), y decirle simplemente : “Gracias profesor“, y ver en sus ojos y sentir en su mirada que conmigo no perdió su tiempo. Soñé allí en Cañete que un día la hija de un dueño de fundo a quien amé tiernamente ( tampoco nunca supo ni me conoció), conocería un poema mío que le escribiría para dejar como testigo de mis sentimientos de adolescente; soñé que le gustaría y que con gran desprendimiento me llamaría para agradecérmelo. Soñé cuando niño allí en Cañete, que viviría lo suficiente para ver cumplidos muchos sueños de mi infancia. Soñé allí en Cañete que volvería un día en Compañía de todos mis hermanos y les diría todo esto que estoy escribiendo..., talvez finalmente...; a lo mejor me entenderían.
Talvez repitan lo mismo que una dulcinea de mi infancia me hizo saber : Niñerías !!!. niñerías...niñerías...niñerías !! Y yo gritaría Niñerías, sí .Qué lindo haber sido dueño de tan rica y completa infancia ahí en Cañete !!.
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