Un particular "Reclamo Ciudadano" llega desde la Comunidad Juanico Antinao, reclaman la devolución de su propiedad ancestral, devolución frenada por la ineficiencia del Sistema con que se tramita la compra de tierras, que extrañamente, según perciben los peñis más antiguos, ha resultado más eficaz con quienes usan la violencia y no tienen arraigo en el territorio. Se suma a lo anterior, la mala administración de justicia, pues acaban de descubrir que ganaron un juicio que condenó a un liquidador de CORA, pero nunca se le restituyó propiedad usurpada. Quizás un buen caso para análisis en la nueva Comisión Presidencial para tratar el conflicto mapuche.
Tai kuibi pu ke boigue antu köna ñiem pu pegün boigue/Los antiguos canelos de Antiquina tienen renuevos
“En memoria a los hermanos de la comunidad Juanico Antinao y Mahuidanche, descendientes de los antiguos luchadores”.
Esto es raucochemapu, la tierra de la gente de Arauco, así lo definían antiguamente los viejos que ya partieron, cuyas cabezas duermen orientadas hacia la Mocha.
Acá se oyó el toque de guerra, se alistaron los Aillarehues cuando se les convocaba para pelear mil y una batalla. Venían a caballo los especialistas en las bestias, los especialistas en lanzas y todo tipo de flechas, y también los especialistas en bosques que sabían de pasadizos, quebradas y selvas. Todos eran convocados con una flecha pequeña que simbolizaba una invitación militar.
Los guerreros Mapuche que morían en batallas eran traídos a sus territorios, pero a veces cuando el lugar era muy lejano se les quemaba y algo de cenizas y humo se traía hasta su tierra, y luego se esparcía su espíritu. Los antepasados suelen visitar a sus parientes, en los sueños, en los nguillatunes, pero nunca abandonan sus territorios.
Es aquí la verdad, el winkúl es el espacio de lo antepasados, y en la voz de los vivos a veces hablan los que ya partieron. Se suele decir, cambiando el tono de la voz: “Así decía mi padre, mi madre, mi abuelo, mi abuela…” Cuando se les recuerda, cambia la voz, el golpe fonético, y hablan los que ya partieron. Esta evocación es lo que los viejos llaman inarrumen.
Hubo un tiempo de sangre, ya no contra el español, sino contra los chilenos que ingresaron por Arauco hasta más allá de los ríos de Tirúa, este proceso dejó una impronta en el pensamiento Mapuche, esta impronta es la desconfianza por toda clase de afuerino. En esos años sus winkúl tuvieron que recibir a gente que les quemaron sus ruka y que echaron al camino público, esa gente eran del norte y llegaron con sus familias. Contaban que para arrancar caminaron de noche por temor, por la negra selva costera. Estos hablaron con los mayores para que les permitieran vivir con sus familias. Así llegaron a establecerse muchos de ellos por las tierras de Cañete y Tirua.
Este periplo de salvación entregó información de primera mano para preparar a los de más al Sur, y así entraron a las comunidades, se asentaron, y siempre estuvieron en estado de vigilia y sospecha. Con los años que vinieron, muchos de estos “afuerinos” inscribieron títulos de merced (porque habilidosamente hablaban castellano), e inscribieron la Merced bajo sus nombres. Pasaron los años y estos personajes abandonaban los territorios, y los cercos se movieron. No tenían antepasados en esas tierras, no había arraigo, la tierra para ellos pasó a ser un recurso, y las vendieron, reduciendo aún más los terrenos mapuche. Alguna de estas actuales comunidades, sin saberlo, cuando se crea la CONADI revisaron los títulos de merced y le pusieron el nombre del supuesto cacique que inscribió las tierras, cuando en realidad fue la persona que terminó vendiéndoles las tierras.
Es la cíclica historia mapuche que siempre vuelve. Sí, porque hubo otro momento doloroso para los raucoche que sobrevino después de una gran ilusión. Mediado de los años 60 se enciende el territorio y los fundos comenzaron a ser tomados por los trabajadores. Entre los años 68 y 72, se constituyeron cooperativas asignatarias para administrar los fundos expropiado. Un caso puntual es la Cooperativa Asignataria Lautaro Antiquina, constituida por 63 socios mapuche. Por las dificultades de esta ardua administración, se tuvieron problemas contables, que eran perfectamente mejorables. No obstante un nuevo decreto de gobierno permitiría a las cooperativas entrar en procesos de parcelación. En este contexto (año 74) aparece un personaje de apellido Bravo, funcionario activo de la CORA, que se retira del servicio y oficia como síndico de quiebra para las cooperativas.
El año 1979 el liquidador, como se conoce en la jerga de la antigua CORA, constituye una asamblea para indicar que los predios han sido repartidos en parcelas de 60 has para cada socio, que los finiquitos están cancelados, y que las grandes reservas que tenían plantación de pinos se habían vendido y con eso se había pagado deudas y el saldo se había entregado a los asignatarios que firmaron (ojo casi nadie sabía leer).
Los antiguos asignatarios, en el año 1986, establecieron una demanda civil contra el liquidador. Acudieron a los funcionarios de la antigua CORA (cómplices del autor del delito), donde se les negó información, y se les indicaba que el informe final de la liquidación del año 79 estaba aprobado, plenamente en regla. Los pobres viejos buscaron ayuda, trataban de convencer a las autoridades que nunca recibieron dinero de las reservas vendidas, que no hubo actas de asambleas que respaldarán al liquidador a vender, y reclamaron que muchos de los asignatarios no podían entrar a sus parcelas porque habían otras personas que mostraban escrituras que facultaban el trabajo forestal sin impedimento y que solamente ellos eran dueños del suelo, pero no de los bosques, por tanto no podían entrar a sus propias tierras. Finalmente muchas de esas tierras se vendieron a precio de nada. Estamos hablando de casi 2.000 has de venta fraudulenta.
Nadie escuchó a estos indios, y el club social de Cañete fue un mudo testigo de la mayor organización rapiña que ha tenido su pueblo. Se sabía, y se esperaba la recuperación de los fundos quitados en los tiempos de Allende. Los liquidadores tenían contactos previos, una fila de compradores, entre ellos apellidos importantes de la zona.
Ahí en el club social el liquidador citaba a los compradores con los representantes de la comisión de la cooperativa, y luego era con los parceleros asignados. Se les servía un rico vino, un buen almuerzo y plata para que pusiera el dedo o inventara una firma con su nombre. Luego la acción se repetía en la notaría del pueblo. Amigo muchas gracias, acá tiene un presente. Una rica garrafa de vino, ropa, y un sombrero.
Fernando Bravo Silva, el liquidador, fue condenado en calidad de autor de estafa reiterada, cometida en perjuicio de la cooperativa asignataria Lautaro Antiquina y sus socios, a la pena de 5 años y 1 día de presidio mayor en su grado mínimo, en cañete, 2 de agosto de 1996.
Los expedientes vertidos en la carpeta de investigación, son crueles, irritantes y encierran las voces de un reclamo que se enmudeció hasta el día de hoy. Se indica, por ejemplo, que el liquidador usó “palos blancos” para vender una reserva y el bosque de 15 parcelas a su propio hermano, cuya compra se hace con pagarés que nunca se cancelaron, y que finalmente fue traspasada a él mismo, para luego venderlas por grandes sumas a particulares y empresas del área forestal. Otra cuestión indignante es que todo el proceso se maquilló de legalidad. Se inventaron fechas de acuerdos de asambleas, que amparaban las ventas, la repartición de predios que nunca se supo quiénes los compraron. La antigua CORA respaldó los informes, y lo que ellos no hicieron lo hizo el juez que instruyó la investigación; hablamos del acto mínimo de toda profesión: Solicitar un estado de verificación o simplemente demostrar que eso se hizo.
En el juicio todo se desnudó, no se pudo demostrar las actas, acuerdos, ni los pagos de las supuestas ventas, y tampoco demostrar que en los finiquitos recibidos, los trabajadores recibieron el excedente de las ventas de las reservas .
Los antiguos partieron galopando sus caballos negros, a veces sus voces se escuchan y brotan como un salto de agua entre las espesuras de un conflicto. Los viejos murieron teniendo la razón, y el juicio reconoce el daño causado, pero no la restitución. Hoy esperamos que la institucionalidad indígena pueda cumplir el compromiso con la comunidad afectada. Mas cuando hoy por primera vez existe evidencia del robo, fraude y una planificación coludida entre servidores públicos y los afuerinos de siempre.
Comunidad Juanico Antinao
Winkúl no sólo es el cerro, misma geografía que vino a constituirse en el lugar donde se crece, aprende y muere. A esto los temucanos llaman Lof. Acá en la zona se llama winkúl.
Inarrumen es un término complejo que puede ser usado en dos acepciones: Inarrumen como significación de recuerdo; la segunda acepción del término alude al pensador o sabio, pero relacionada con el arte de recordar, es decir, la persona que sabe recordar es considerado un pensador, un hombre sabio. Para distinguir esta acepción del acto del recuerdo, la estructura oral connota al pensador como Inarrumenche, es decir, pensador o sabio.
*** SIN COMENTARIOS INGRESADOS***