Un tema que cada día tomamos más conciencia como sociedad y a pesar de eso no se acaba... incluso es posible ver, como en Cañete, es una lacra que toca transversalmente distintos sectores sociales, religiosos y hasta políticos (como bien lo sabemos), con una indolencia increíble de muchos de los que rodean a los hombres castigadores, indolencia social la que muchas veces nos impide avanzar en la erradicación de esta violencia, como bien lo señala José Alvial Quilodrán en el artículo que nos envía.
Durante las últimas semanas hemos visto como el país se vuelve a estremecer con la historia de Nabila Rifo, esta vez con el inicio del juicio que busca determinar al autor del brutal ataque en Coyhaique; agresiones que tuvo como principal consecuencia que la víctima perdiera la vista completamente; pero más allá de la parte judicial me gustaría hablar del fondo de la dramática historia que rodea todos estos confusos episodios de violencia y que lamentablemente lo han vivido, lo están viviendo y de no hacer nada como país lo seguirán viviendo miles de mujeres.
Más allá del hecho puntual de Nabila podemos decir que en los sucesos de maltratos hacia la mujer existe una variante peligrosa: la pasividad del núcleo familiar que siempre conoce o sospecha de la ocurrencia de estos episodios violentos - todo esto sin perjuicio que el elemento común es la violencia escondida del hombre y otras bastante visible pero que la pareja la asume por el inmenso amor que se juran uno al otro- Es la pasividad de la familia que rodea a la pareja ya sea pololo o matrimonio la que permite en gran medida que estos capítulos de violencia pasen desapercibidos siendo muchas veces los mismos cercanos a la víctima quienes le aconsejan no hacer nada o buscan consolarla justificando y calificando el hecho como aislado. Porque pese a estar en el siglo XXI aún hay gente que le da vergüenza lo que dirán o pensarán las demás personas, poniendo ésta insignificante premisa sobre el bienestar y mucha veces por encima de la propia vida de la mujer maltratada.
Algunos dirán que estos lamentables sucesos, incluso los más graves que conllevan a la muerte de la víctima, son culpa de la mujer por no denunciar, se equivocan pues el hombre hace tal "lavado de cerebro" con su víctima que ésta pierde toda noción de amor propio, situación que empeora si la pareja tiene hijos pequeños porque a esta guerra psicológica se suma un "misil nuclear": la amenaza de perder a sus hijos si se separa de él o si lo denuncia a alguien, ¿se pueden llegar a imaginar lo que es eso?
Esa mujer que sigue amando a su marido después de todo el infierno que éste ha construido en su propio hogar, ¿a quién recurre si no tiene amigas porque su esposo se lo prohíbe? argumentando que las amigas son las culpables de las peleas "porque le meten cosas en la cabeza", piensen en una mujer que se va a vivir lejos de todos sus conocidos y familia siguiendo al amor de su vida, transcurren unos meses y resulta que el amor de su vida no era perfecto como lo imaginaba, ¿qué opción tiene? Simplemente aguantar el calvario por sus hijos, por su familia, ese suele ser su más grande consuelo: el bienestar de su familia, pero vivir así no es tal, eso es sobrevivir entre la jungla de insultos, gritos, golpes e inflar una burbuja de tanta tensión y estrés que en algún momento tiene que explotar, explosión que como todas no será nada linda.
Suele decirse que "en pelea de pareja no hay que inmiscuirse" y en principio se acepta pero ¿seguiremos aceptándolo cuando somos testigos de hechos violentos? ¿De verdad no harías nada si ves que están golpeando o humillando a una mujer? Es esa indolencia social la que nos impide avanzar, la doble careta de los hombres que actúan tan bien durante el pololeo que guardan su "mejor faceta" para el matrimonio y que suele confundirse con un "macho alfa", pero hay otros más desinhibidos que no tienen temor de hacerlo durante el pololeo, situación que es mucho más común de lo que podríamos pensar y que resulta más fácil detectar debido a que la pareja - por regla general no viven bajo el mismo techo- por ello es que la pregunta resulta ser ¿Qué estamos esperando para actuar, que los femicidios se tripliquen? El llamado es a hacer valientes.
Debemos mejorar los sistemas de protección para las denunciantes, las orden de alejamiento son insuficientes e ineficaces para detener a un hombre obsesionado. Se necesitan instituciones encargadas exclusivamente del apoyo y orientación a la mujer, fortaleciendo las existentes como el SERNAM para que despierten y se den cuenta de la realidad en la que viven porque realmente hay mujeres que pese a no tener ningún tipo de daño en los ojos están totalmente cegadas, debemos ser capaces de quitarle el velo que confunden con amor y mostrarles el camino de una vida de paz y tranquilidad, una vida de alegrías donde no existe la agresión ni el maltratado, donde la mujer puede tener amigos, donde puede desarrollarse integralmente como toda persona.
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