El Combate Naval de Iquique, con todos sus pormenores, fue íntimamente vivido por un civil llamado Juan A. Cabrera Gacitúa que, sin que nadie pudiera explicarlo, se encontraba a bordo de la corbeta 'Esmeralda' cuando comenzó la lucha.
La extraordinaria aventura que experimentó y los días que después pasó como prisioneros de los peruanos, en Iquique, los relató a un amigo suyo de Valparaíso, el señor F. Ramon Nieto, en una carta que le escribió y su texto que aparece publicado en un libro que fue editado por la imprenta Guttenberg de Santiago en el año 1880, constituye por sí sólo una pieza histórica de indudable valor. La carta dice así:
'Señor F. Ramón Nieto, Iquique, mayo 29 de 1879. Querido amigo; Nunca me imaginé que mi primera carta fuera para comunicarte noticias tan tristes como las que en esta recibirá.
El sábado 17 como a las 9 de la mañana, la Escuadra salió de Iquique con rumbo desconocido para nosotros. Pocos momentos antes subía yo a bordo de la 'Esmeralda' la que, con la 'Covadonga', quedaba sosteniendo el bloqueo del puerto. A su bordo permanecí hasta la una y minutos p.m. del día 21, hora en que se terminó y se consumó la terrible catástrofe que te relataré.
'El 21, como a las 7 A.M. se divisaron dos humos del lado del norte; a las 8 reconocimos al 'Huáscar' y poco después a la 'Independencia'. Inútil es decirte que desde ese momento nos creímos perdidos. Acto continuo se tocó zafarrancho de combate. Puestos al habla con la 'Covadonga', el capitán Prat le dio sus últimas órdenes, que consistían en mantenerse a poco fondo. Concluyendo esto, la primera granada del 'Huáscar' reventó entre los buques, eran las 8.40 A.M. y empezaba el combate.
El capitán Prat dirigió en este instante la siguiente arenga a la tripulación: …muchachos, la contienda es desigual, pero ánimo y valor. Hasta el presente ningún buque chileno ha arriado jamás su bandera, espero, pues, que no sea esta la ocasión de hacerlo. Por mi parte yo os aseguro, mientras viva, tal cosa no sucederá y después que yo falte quedan mis oficiales que sabrán cumplir con su deber…'
Terminó sacándose la gorra y un ¡Viva Chile! Que lanzó entusiasmado fue repetido estrepitosamente por toda la tripulación.
La 'Independencia' nos empezó a hacer también un vivo cañoneo que duró pocos momentos, porque se concretó a batir a la 'Covadonga' que se mantenía a tan poco fondo que casi se varaba.
El combate de éste con la 'Independencia' no lo pudimos contemplar por mucho tiempo. La isla se interponía tomando ambos buques hacia el sur. Caleta de Covancha.
La 'Esmeralda' se colocaba a poco fondo y de tal modo que los proyectiles del 'Huáscar' pudieran dañar a la población, de tal manera que varios fueron a hacer explosión, pero sin causar otro daño que la muerte de una mula. Así se obligó al 'Huáscar' a disminuir sus disparos; pero, de tierra rompieron un nutrido fuego de fusilería y de cañón por tropas colocadas en la orilla de la playa y piezas de artillería situadas en las alturas vecinas. Esto obligó a gobernar para retirarnos hacia el norte, pero siempre a poco fondo. Apenas tomamos una posición en que los proyectiles del 'Huáscar' no podían dañar a la población, sus disparos fueron mucho más seguidos. Momentos antes, un bote de tierra con el práctico de la rada fue a bordo del 'Huáscar' para avisarle que no había torpedos, el temor de los cuales, según los mismos oficiales peruanos, les impedía hacer uso del espolón. En estos momentos una granada reventó a popa por el lado de estribor y el incendio se declaró en los camarotes de oficiales. Con toda actividad se atendió a este mal y en pocos minutos el incendio se extinguió. Momentos después el 'Huáscar' se nos venía encima, pero una hábil maniobra del comandante, a pesar de que el ingeniero primero acababa de avisar que no había más que dos calderos buenos, impidió que diera su espolonazo como querían, aunque los daños fueron de consideración. Al tiempo de dar el choque se retiraba un poco, viraba y a pocos metros descargaba sus dos cañones, haciendo sus granadas un terrible estrago en los tripulantes de nuestra gloriosa 'vieja'. Al mismo tiempo, una ametralladora colocada a popa hacía por su parte numerosas víctimas. El bravo capitán Prat, tomando una resolución heroica, gritaba ¡al abordaje muchachos! Y saltaba sobre la cubierta del 'Huáscar', acompañado por los soldados de la guarnición que fueron los únicos que pudieron hacerlo por la rapidez con que se separaron los buques.
Se le vio avanzar unos cuantos pasos hacia la torre y caer muerto de un balazo. El sargento de la guarnición, uno de los que acompañó, cayó también acribillado de balas, pero no había muerto a pesar de haber sufrido una amputación en un brazo y una pierna.
Cuando tuvo noticia la tripulación de que su comandante había perecido, los deseos de vengarse fueron inmensos. El guardiamarina Riquelme y el teniente Serrano alistaban furiosos a la gente para el abordaje, pero el Huáscar se había retirado como 300 metros y nos hacía un fuego muy intenso.
Entonces paró el fuego y los vimos venir por segunda vez con su proa hacia nosotros. Se cargaron cañones y todos esperamos resignados el segundo caballazo, pues apenas andaríamos dos millas por hora. Instantes después por el lado de estribor y proa, terribles estragos con su espolón y al mismo tiempo lanzaba a boca de jarro sus dos cañones. Este encontrón anegó la Santa Bárbara y apagó los fuegos, quedando la 'vieja' como una boya.
El teniente Serrano, antes de separar su proa el Huáscar de nuestro costado, saltó espada en mano sobre la cubierta del buque enemigo, alcanzándolo a acompañar como doce bravos marineros. El teniente Serrano avanzó hasta la torre y al sentirse herido gritó :…'de esta no libro muchachos; pero no hay que darse, y cayó muerto sobre la cubierta. Mientras tanto, la cubierta estaba bañada en sangre y estos mutilados, pero el entusiasmo era el mismo.
Cuatro cañones que aún tenían cartuchos mantenían con sus disparos el honor de la bandera. El Huáscar se nos venía encima pocos momentos después y un tercer espolonazo con su acompañamiento de granadas parecían ser los últimos esfuerzos del enemigo en su obra de exterminio.
Se retiraba el enemigo y la Esmeralda se hundía rápidamente.
Cuando vi esto me desnude completamente y me paré en la murada, esperando que el agua me llegara a los pies para lanzarme al mar. Esto sucedió en pocos instantes, y sin saber cómo ni cuándo, me encontré flotando en medio de una multitud de astillas y de objetos que el buque no pudo arrastrar al fondo del mar.
Cuando íbamos hundiéndonos, los pocos tripulantes que sobrevivían lanzaron un último ¡Viva Chile ¡demostrando con esto que estaban satisfechos de lo que habían hecho y que esperaban con resolución los acontecimientos posteriores.
Todos nadábamos en dirección a tierra, pero del Huáscar echaban botes y nos hacían señales para que nadáramos hacia ellos; sin embargo, de esta demostración, nos alcanzaron a hacer dos disparos de rifle, pero nada más.
Veinte minutos después subíamos a bordo del Huáscar en el primitivo traje de Adán. La oficialidad nos facilitó un traje de marinero, con el cual aún permanecemos por las dificultades para encontrar lo necesario en un pueblo en que todo lo iban sacando por temor a un bombardeo.
Después de navegar por espacio de Cuatro horas sin rumbo conocido para nosotros. El Huáscar se detuvo y se nos avisó debíamos desembarcarnos.
Habíamos arribado a Iquique y pisábamos por primera vez en el muelle cuando estaba casi oscuro. De ahí fuimos llevados a la prefectura, donde se nos dio una ligera comida. En todo el día no habíamos tomado sino el humo de los cañones y el vapor de la sangre que bañaba la cubierta de nuestro buque.
Escoltados por una compañía de infantería se nos condujo hasta el cuartel de Salvadores donde permanecemos aún.
El sábado 24, poco antes de comer (06 p.m.) se nos dio orden de alistarnos para marchar al norte en el Oroya. Alcanzamos a llegar al muelle y cuando íbamos a embarcarnos en el bote, se ordenó volver a nuestro alojamiento. Somos visitados todos los días por numerosos jefes y oficiales del ejército.
Debemos particulares atenciones al general Buendía y al coronel Velarde, quienes nos visitan diariamente y tratan de hacernos más llevadera nuestra situación.
El martes de esta semana nos vino a visitar el General, quien después de deplorar la situación, nos dijo que nada nos prometía hacer en nuestro favor, pero que era capaz de hacer en nuestro beneficio, más de lo que nosotros nos imaginábamos.
Sobre el combate de la Covadonga e Independencia no te diré nada, porque lo que vi fue bien poco y porque en esa se deben tener noticias más exactas y extensas que las que en nuestro encierro hemos podido obtener. Para que te formes una idea de lo sangriento del combate bástele saber que la última granada del Huáscar mandó a mejor vida a todos nos ingenieros. Fogoneros, mayordomo de guardiamarina, sangrador, despensero y diez heridos; en todos, más de 24.
Escapó de los que estaban en el entrepuente sólo el ayudante de cirujano Sr. Segura. Perdimos también al valiente guardiamarina Ernesto Riquelme. La tripulación se componía de 200 hombres, de comandante a paje y sólo se han salvado 50. Nuestros proyectiles sólo hacían en el Huáscar insignificantes rasguños. Uno solo rompió el tubo de escape de la máquina y una granada que reventó sobre la cubierta mató al teniente Velarde e hirió a dos o tres.
Hasta aquí nada te digo sobre el papel que desempeñé durante el conflicto. Desde luego, te diré que esperaba el vapor para regresar a Valparaíso. Pero llego primero el Huáscar y hoy deploro no haberme trasbordado al Lamar, (transporte que apenas vio a los enemigos hizo rumbo al sur), a estas horas estaría tal vez en tu compañía. Como puro cantor, el comandante me dijo que estuviera a su lado y llevara la cuenta de los disparos del Huáscar, al primer espolonazo, te aseguro que perdí la cuenta.
Colocado sobre la toldilla esperaba las topadas de aquel terrible animal con un rifle y hacía fuego donde creía podía hacer algo.
Termino aquí, anunciándote que, con el agua y la clase de alimentos, se me ha declarado la disentería, pero no pierdo la esperanza de librar de este nuevo enemigo. Podría relatarte mil incidentes, pero ya ésta, va siendo demasiado extensa y los reservo para relatártelos si nos vemos alguna vez.
Tu amigo que de puro novedoso se encuentra ahora miserable prisionero-
(Firmado) JUAN A. CABRERA GACITUA.
La carta agregó una nota que decía: ... 'Olvidaba decirte que el buque se hundió con cuatro banderas: una de guardia, la de jefe de bahía y dos nacionales.' .-
Carta Publicada por diario La Patria de Concepción año 1957
Recopilación en UdeC por Rolando Matus López