No se trata de ser General después de la batalla, pero la permanencia del técnico argentino al mando de selección chilena de fútbol era sencillamente insostenible.
Su renuncia luego de igualar sin goles con Paraguay en condición de dueño de casa y con un jugador más durante la mitad del partido, fue la lápida de una muerte anunciada, aunque sorprendió por haber sido en medio de una fecha clasificatoria, a cuatro días del próximo partido frente a Ecuador.
No quiero entrar en el juego del hincha y hacer un análisis más pasional que racional. En el fútbol mandan los resultados y, desde esta premisa, creo que no hay dos lecturas. Chile se encuentra octavo en la tabla y en este momento está fuera del próximo mundial que entrega a Sudamérica seis cupos y medio. Lo peor de todo es que durante la totalidad del proceso, el técnico nunca pudo plasmar una idea clara y con un sello en la fisonomía de juego, salvo en los Panamericanos con una selección joven, que obtuvo la medalla de plata y que perfectamente pudo ser de oro. Su perfomance en este certamen logró entusiasmar, apostando a un fútbol ofensivo, de presión alta y mucha intensidad. Lamentablemente, con la selección mayor no pudo hacerlo a raíz de motivos multifactoriales, que, en definitiva, desembocaron en un espiral de malas actuaciones y, por ende, malos resultados.
No cabe duda que el técnico argentino es muy trabajador, hizo lo posible para incorporar jugadores pensando en el recambio con micro ciclos de entrenamiento y con presencia en todas las canchas, en busca de nuevas alternativas. Sin embargo, no fue suficiente, porque el actual momento del fútbol chileno no lo ayudó mucho; por el contrario, le generó diversos problemas en materia logística, déficit de canchas, o canchas en mal estado, escaso presupuesto para partidos amistosos de alta exigencia, con rivales del primer mundo futbolístico, interrupción permanente de las competencias. Todo esto producto de la falta de gestión directiva, anomia, chatura e incapacidad del organismo rector, especialmente de su presidente Pablo Millad. Nuestro fútbol, actualmente, carece de una estructura de acuerdo a los tiempos, en muchas materias se ha retrocedido y en otras no se avanza con la celeridad que demanda la actividad.
Así las cosas, el futuro se presenta incierto y tormentoso en el corto y mediano plazo, primero para encontrar un nuevo entrenador y, segundo, para buscar los mejores caminos al desarrollo sustentable del fútbol chileno en todos sus niveles. Mientras tanto, habrá que seguir esperando y como siempre seguir soñando con un renacer de nuestro fútbol, sin perder la fe y la esperanza.
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