Francisco Flores Olave, respetuoso y un agradecido de la educación que recibió, una vez más nos escribe un emotivo homenaje a su profesor (y de muchas generaciones) de la gloriosa Escuela 1: HIPÓLITO PALACIOS LÓPEZ, a 5 años de su fallecimiento, sucedido el 12 de noviembre de 2012.
Recuerdo que fue un día lunes de marzo de 1964 luego de pasar a comunicar el acontecimiento a mi abuelita Hortensia en la Población Santa Clara cuando mi papá me fue a dejar a la escuela para hacer mi debut como estudiante, también recuerdo que pasamos donde Don Enrique Pincheira en la esquina de Uribe con 2do de Línea a comprar un lápiz que me faltaba.
Una vez en la puerta del edificio mi papá me dejó allí para que ingresara solo vigilado por el reloj ubicado en su parte superior que en ese momento marcada la hora exacta del inicio de mi entrada al mundo de los libros y el saber.
Era aquel un mundo extraño para mí en ese momento, niños corriendo por aquí y por allá, profesores gritando y dando órdenes, profesoras reuniendo niños; y la Sra. Amanda Quiroga protegiendo de la turba que corría hacia todos lados a un número reducido de niños pequeñitos que llamaban “El Kinder”
Me tocó entrar a la sala Nº1 y nuestro profesor no estaba así que una señorita trajo sus alumnos hacia acá para que no estuviéramos solos. No recuerdo que hicimos esa tarde pero allí estuvimos sintiéndome “como pollo en corral ajeno!
Al segundo día la cosa fue diferente pues apareció un señor con un bigote muy bien cuidado y altísimo, a mi modo de ver; quién para presentarse dijo así: “Yo soy el Señor…….” ¡¡Palacios!! Respondimos todos.
No tengo idea como sabía eso yo; pero sabía que él era el Señor Palacios, Mi Profesor.
Todo esto ocurre en el año 1964 y el profesor Sr. Hipólito Palacios, resultó ser un hombre dotado de una gran capacidad y paciencia para enseñar a niños pequeños como éramos nosotros; su calidad pedagógica era de tal magnitud que a las pocas semanas de estar con él, muchos ya sabíamos leer y desenvolvernos en el libro “LEA” que usábamos para el efecto, en los números y en las actividades artísticas dentro de la sala éramos un verdadero espectáculo, con “cantantes” como Rubén Carrasco, Jorge Rivera, Dagoberto Gallardo a quién cariñosamente llamaba “El Gigante Recortado” porque era pequeñito, y por supuesto el que escribe, y todo esto era premiado con sendos jarros de leche, que traíamos nosotros mismos desde la cocina y que eran preparados por esa gran Maestra allí , como era la Señora Nena.
Mi mamá me enseñó decenas de canciones para que cantara ante el curso.
Aún resuenan en mis oídos cuando repetíamos a coro las uniones de vocales “AU” “UA” “OE” “EO” “IA” “EA”, otras veces teníamos que alargar la vocal “UUUUUAAAAA” o simular una sirena “aU aU aU aU aU” “Ua” “Ua” “Ua” “Ua” “Ua”
También el Señor Palacios nos enseñó que cada vez que se abriera la puerta de la sala y entrara alguna persona, debíamos, cual militares levantarnos inmediatamente de nuestra silla en señal de saludo. Entonces en una oportunidad entró el Señor Enrique Matamala, el mismísimo Director de la Escuela; quién al ver nuestros reflejos en el saludo quedó completamente maravillado, razón por la cual repetía reiteradamente la entrada a la sala solamente para ver nuestra rapidez en ponernos de pie, situación que lo ponía muy contento, y nos felicitaba por ello.
Nunca he olvidado de aquel año el cuento del Pájaro Azul, con las aventuras de Tiltil y su hermana Mitil en busca del mentado pájaro y la felicidad que este proporcionaba, tampoco he olvidado las “dramatizaciones” que tratábamos de hacer de este cuento y lo divertido que era aquello.
El Señor Palacios en una oportunidad que mi papá estaba atendiendo el puesto de frutas de su hermana, mi tía Uberlinda en el Mercado Municipal (en ese tiempo era municipal), estuvo conversando con él y le habló de mis capacidades y debilidades; en general tenía una buena opinión de mi como alumno, y sinceramente espero no haberlo defraudado.
Notable era su aparición por los comedores a la hora de almuerzo en donde nos enseñaba a sentarnos comodamente a la mesa y repetía aquella frase y acción que nunca he olvidado a pesar del tiempo transcurrido: "la cuchara va a la boca; no la boca a la cuchara".
De antología eran sus intervenciones a través de las filas de alumnos en los preparativos del desfile para el 18 de septiembre; nos hacía mirar al frente, inflar el pecho al tiempo que repetía " izquerr...izquerr... izquerr..." y todo aquello a "capella"; sin música para marcar el paso, solo su voz.
El año realmente pasó volando, como el Pájaro Azul; y un día de diciembre nos encontramos recibiendo nuestro certificado de promoción a segundo año, algunos con nota sobresaliente; y…lamentablemente algunos fueron remitentes, me parece que fueron 2; lo que nos causó pena porque ya no estarían con nosotros. Pero bueno, la vida en todo orden de cosas es así, algunos sobresalen y otros lamentablemente quedan atrás.
Durante 1971 nos volvimos a encontrar en 8vo año; el Señor Palacios ahora como profesor de inglés, asignatura de la que fui, sino el mejor, uno de los mejores alumnos que tuvo ese año y gracias a aquellas enseñanzas suyas el profesor de inglés que nos hizo una evaluación entrado en la Enseñanza Media me preguntó si yo hablaba inglés; al tiempo que contesto que no y le explico que solo sabía lo que había aprendido con el Señor Palacios el año anterior también le pregunté la razón de su pregunta; me dijo que mis respuestas al cuestionario indicaban que yo hablaba inglés. No era así.
Hoy que se cumplen 5 años que el Señor Hipólito Palacios, Profesor de Profesores ha partido en el viaje del que nadie regresa quiero rendirle un homenaje y decir que el año 1964 nuestro año; es tal vez el mejor de mi estadía en la Escuela Nº1 porque abrió mis ojos y mis sentidos a un mundo diferente lleno de esperanzas e ilusiones que por mas difícil que se haga la vida no terminan.
Señor Palacios: ¡Flores!
Alumno: ¡Presente, Señor!