Quiero aprovechar esta tribuna para contarles cómo ha sido mi experiencia de vivir la pandemia a mis ochenta y tantos. Aunque les parezca raro, no ha sido tan difícil, porque tanto yo como mis amiguitos, habíamos aprendido a fuego lo importante que es ser responsable y respetar lo que manda la autoridad.
Somos el grupo que menos dolores de cabeza ha provocado al gobierno, no nos aglomeramos, no vamos a las marchas, no promovemos el desorden público y hace mucho rato que ya habíamos bajado nuestra movilidad, porque parece ser ley de la vida, que cuando abandonamos el mundo laboral nos vamos transformando, hasta hacernos casi invisibles.
Recibimos despectivamente el trato de viejos y muchas veces nos ven como si fuéramos discapacitados, cuando sería más grato que se refirieran a nosotros como 'adultos con experiencia', en que lo único que tenemos de discapacitado es nuestro bolsillo. Ahora en pandemia, en forma casi accidental y cuando somos el centro de alguna noticia se acuerdan de nosotros, dando paso a una montonera de 'especialistas' opinando que nuestro prolongado aislamiento nos va a provocar depresión, 'especialistas' que así como aparecen, desaparecen.
Pero, lo de la depresión por el encierro es muy relativo, porque momentáneamente podemos estar aislados, pero si tenemos una buena dosis de entretención eso no pasará. La mayoría de nosotros acompaña sus días, con esa caja de monitos que se llama tele, pero ésta ¡Ya no es como antes! y lo más preocupante, es que no todos podemos contratar TV por cable y los canales de TV abierta abusan de sus pantallas, repitiendo hasta el cansancio sólo hechos de violencia, donde parece que hasta homenajearan a los delincuentes ¡¡Eso es, lo que nos deprime!!, por lo que es urgente, que estos medios de comunicación mejoren su programación, en que debe haber un justo equilibrio entre lo informativo, educativo y de entretención.
En lo personal, he logrado sobrevivir en modo pandemia bastante bien, tengo la suerte de tener muy buenos hijos, que se las han arreglado para satisfacer mis necesidades y no me ha faltado entretención, leo bastante, me gustan los juegos de conocimientos y he retomado algunas actividades que creía olvidadas.
Yo sé que mis hijos se preocupan mucho por mí, porque ven que mi cuerpo ya es más frágil, pero 'yo les doy ánimo', recordándoles, que en el transitar de mi vida he acumulado muchas experiencias, buenas, malas y algunas muy difíciles, que lograron fortalecer mi espíritu y con eso, tengo más que suficiente.
Pido a mis hijos que no estén tristes, les aseguro que aún no he experimentado eso que algunos llaman soledad, sólo me basta escucharlos cada día, preguntando como estoy y al mismo tiempo saber de cada uno de ellos y de mis nietos. ¡Ah! y ahora con bisnieto. ¡Que ni me imagino como habrá crecido!
También quiero que sepan, que las mejores visitas son esas que no me hacen, los mejores abrazos esos que no me dan y aunque les parezca imposible, aún siento en mis mejillas el calor de sus últimos besos.
Hijos, tienen que aprender a cultivar la paciencia, porque no sabemos cuándo, pero esto tiene que terminar y sólo quiero, que así como me cuidan a mí, lo sigan haciendo por Ustedes, que aún tienen muchos años por vivir y están haciendo familia.
Y como cierre de año, también es momento para hacer balances:
Celebremos la felicidad de estar sanos, pero sin olvidar a las miles de familias que hoy lloran la pérdida de un ser querido y a esas tantas que se encuentran en la incertidumbre por un familiar enfermo. Aún no ha llegado la hora de rendirnos y debemos comenzar el nuevo año con renovadas energías para seguir cuidándonos. Para las familias jóvenes, no se priven esta oportunidad de tener sus fiestas de fin de año 'muy diferentes' a las que recuerdan, ni se sientan culpables por no tener regalos. Quizás esta experiencia no se repita, pero sí, llenará una nueva página en el libro de sus vidas y será una historia que a sus hijos y nietos más adelante les gustará escuchar. Infinitas gracias a los miles de héroes que han puesto el pecho por nosotros, dándoles el mejor regalo que ellos puedan recibir y es que sepan: 'Que nos seguimos cuidando'.
Y ¡Cómo quisiera, que todos mis contemporáneos tuvieran una experiencia igual o mejor que la mía!, pero la cancha no es pareja y muchos de ellos antes de la pandemia ya habían sido alcanzados por la nueva enfermedad de este siglo, que es muy lenta y puede durar muchos años, evoluciona sumergida en el silencio y va rompiendo día a día el corazón de quienes la padecen y que se llama abandono.
Por ellos, hoy me tomo la libertad para publicar esta carta que alguna vez me regaló una amiga y que va dedicada a todos esos hijos que no están presentes en la vida de sus padres, que ojalá les sirva para recapacitar y cuando termine la pandemia encuentren el momento preciso para comenzar a reconstruir ese vínculo perdido
' HIJOS, SÉ QUE SE CUIDAN, PERO REDOBLEN SUS ESFUERZOS, PORQUE YO …TAMPOCO QUIERO PERDERLOS'