Alejandro Sáez Iglesias lanza algunas ideas para salir de la crisis política que vive el país que bien merece alguna atención: disminuir el poder de los parlamentarios, con dos medidas simples: aumentar significativamente su número, ello para diluir y distribuir mejor el poder, mejorar la representatividad y por supuesto, disminuirle sus remuneraciones para no aumentar el gasto gubernamental en ellos.
Los aportes ilegales de dinero no están afectando por igual a todos los sectores.
Contrariamente a lo que pretenden hacernos creer, yo veo un solo sector beneficiado con estas jugosas “asesorías”.
La corrupción esta tocando solo a quienes tienen el poder. Políticos de izquierda y derecha, aliados con grandes empresas, para mantenerse mutuamente en sus posiciones de privilegio.
Los grandes empresarios, obteniendo inmunidad y protección. Nada de fiscalizaciones, mantener las leyes que les permiten incrementar utilidades. Y los políticos, a cambio, reciben aportes que les permiten mantenerse en sus cargos, ganando 10 veces más de lo que ganarían fuera de ellos y haciendo cada vez más difícil a cualquier desafiante, arrebatarles esas posiciones.
La democracia no tiene hoy alternativas. Ella es “el” camino para conducir los destinos de un país. Ni Asambleas Constituyentes ni Dictaduras son opciones viables. Sorprendentemente, hoy en Chile (y en Latinoamérica), la democracia esta siendo amenazada por sus custodios. Especialmente por el Poder Legislativo, diputados y senadores. Tal parece que esa denominación de “Club de los Políticos” toma valor hoy.
Esa agrupación de personas que logran conducir sus partidos, y que se reparten enormes cuotas de poder. Incluso nos convencieron, hace unos pocos meses de la inconveniencia de aumentar el número de parlamentarios, por “el costo que eso significaría al Estado”. Preocupación por el ahorro que no muestran en otras facetas.
Muchas medidas han de adoptarse para corregir estas deficiencias. Pero, desde mi punto de vista, una que no puede dilatarse, es disminuir el poder de los parlamentarios. Y para ello, dos medidas simples: aumentar significativamente su número, digamos a unos 500 diputados y 150 senadores, para diluir y distribuir el poder, mejorando la representatividad.
Adicionalmente, disminuir sus remuneraciones, que hoy comienzan en no menos de $ 20 millones mensuales, sumando a eso el costo administrativo del edificio en Valparaíso y sus viáticos por viajes al extranjero, que eleva el costo total a casi $ 50 millones mensuales por parlamentario. Una remuneración razonable, no debería superar los $ 2, 5 millones mensuales. Sin duda, más del 90% de los actuales parlamentarios, no ganarían esa cifra fuera de su cargo político. Limitar la reelección y trasladar la sede del Congreso a Santiago, disminuyendo sus reuniones presenciales a una mensual y habilitar las votaciones digitales, disminuir sus equipos parlamentarios, hoy destinados casi exclusivamente a obtener votos.
Junto a lo anterior, creo prudente, controlar efectivamente el gasto en las campañas, de modo de lograr un mayor equilibrio entre los competidores. Claramente, hoy día las elecciones las ganan quienes invierten más dinero.
Un Parlamento con menos poder individual, con personas de mayor generosidad o austeridad. Una clase política inspirada en los ejemplos de José Mujica y Jorge Alessandri (porque ponerles como ejemplo a Ghandi, Luther King o Mandela podría ser exigir demasiado). Soñemos con políticos que luego de 4 años de diputación, vuelvan a su trabajo habitual, a su mismo auto, a su misma casa . ¿Una utopía?
Y desde luego, promovamos entre los votantes una mayor responsabilidad al sufragar. Admitamos que buena parte de la culpa de estos hechos recae en los electores, que con facilidad eligen representantes de reconocida dudosa moral.
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