Tenía yo algo así como 4 o 5 años de edad cuando fuimos con mis padres hacia el sector de Reputo, que por entonces quedaba al fin del mundo porque todo el trayecto había que hacerlo caminando.
Algunos trechos mi padre me cargaba sobre sus hombros para que no me cansara demasiado.
Llegando al lugar entramos por unas trancas y subimos una colina hasta llegar a una puebla ubicada en un lugar muy bonito a orillas de un canal que traía desde los cerros cercanos agua cristalina además de truchas que mi primo José Castillo pescaba dejando una lienza en el agua hasta que alguna trucha despistada agarraba la lombriz puesta en el anzuelo como carnada.
Vivían en esa puebla mi tía Tita (Ernestina Olave Olave) una de las hermanas mayores de mi madre nacida el 6 de junio de 1926 , con su esposo mi tío Hernán Castillo nacido el 7 de diciembre de 1927, su hijo José (ya nombrado) y María Enedina.
No recuerdo si mis otros primos, Hernán y Marisa estaban con ellos.
El lugar era una belleza natural imposible de olvidar pues había mucha naturaleza nativa y muchos frutos silvestres, en especial había muchos chupones y maqui.
Lo que llamó poderosamente mi atención fue una gran cantidad de perritos que ladraban desde unos inmensos bosques de quilas que había en una quebrada, metiéndome muchas veces con dificultad en estas quilas y sus enredos buscando los perritos que me hacían delirar con la esperanza de atrapar alguno.
Por la tarde el emprender el regreso le encargué a mi tía que por favor para mi próxima visita tuviera uno de esos perritos. Mi tía Tita prometió que tendría uno.
En una posterior visita llegué corriendo adelante de mis padres para jugar con el perrito que mi tía Tita había prometido atrapar el que desgraciadamente había escapado de donde lo tenía amarrado; eso según ella.
Nuevamente me introduje entre las quilas hasta donde pude para atrapar yo mismo un perrito de los muchos que se escuchaban por la quebrada. Nunca pude encontrar la camada que me imaginaba existía allí.
Ese día junto a otras personas que llegaron se aperaron carretas con toldo y nos fuimos montaña arriba hasta llegar a un lugar donde había mucho maqui. Era tanto lo que había que parecía un sueño.
Comenzamos a cosechar estos granos negros y dulces de maqui el que mi tía Tita, mi mamá y otras señoras iban amontonando en unos paños grandes y comenzaron a molerlo, hicieron chicha de maqui . Con harina tostada era muy rica.
Cuando fuimos a visitarlos de nuevo mi tía Tita con su familia se había mudado hasta una parcela a los pies del Cerro Peleco, lugar que también era muy bonito pero no había perritos en su bosque.
Mas tarde se mudaron en esquina norte del inicio del camino a Reputo, lugar que tenía un enorme galpón donde se guardaba toda la herramienta agrícola con que mi tío Hernán y mi primo José trabajaban. Allí los visité muchas veces.
En este lugar en tiempo de cosecha de trigo mi tío Hernán instaló una trilladora estacionaria y entre todos los hombres que llegaron con sus carretas de trigo para la trilla mi mamá y mi tía Tita reconocieron entre ellos a Martín, uno de los tantos hijos que mi bisabuelo Teófilo Olave había dejado por ahí.
Pasó que estaba como en 4to año básico y con el Señor Rocha estábamos en la clase de Ciencias Naturales estudiando los diferentes anfibios en nuestra zona y el profesor comenzó a hablarnos de las especies de sapos y ranas mas conocidas; me recuerdo que nombró a los sapitos cuatro ojos, llamados así porque ubicados estratégicamente en su espinazo tienen otro par de ojos para despistar a sus depredadores; luego mencionó a los sapitos ladradores que según él en su estado natural su grito era el de un perrito recién nacido.
En ese momento recordé los ladridos que escuchaba en Reputo cuando visitaba a mi tía Tita y me prometía tener un perrito de aquellos con los que yo alucinaba. No eran perritos, eran sapos; por eso nunca los pude encontrar.
En enero de 1969 se mudaron con todo y petacas hasta un lugar colindante al bosque de la familia Tousseint en el sector de la estación siendo la primera familia que se instaló a vivir allí en la parte plana donde ahora existe un pasaje llamado Presidente Ríos.
Meses después cuando se formó la Población Larroulet y que luego pasó a llamarse Juan Pablo Segundo, se instalaron en la calle Petit-Laurent donde vivieron por mas de 30 años.
Cuando nosotros, la familia Flores; llegamos a la población en noviembre de 1973 los conocimientos de carpintería de mi tío Hernán fueron cruciales para nuestra instalación allí.
Mi tío Hernán Castillo Carrillo falleció el 2 de diciembre del 2024.
Mi tía Ernestina Olave Olave falleció el 10 de julio del 2010.
Mis recuerdos y agradecimientos para ellos.
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