Este viernes 7 de abril se celebró en todo el país el Día de la Educación Rural, razón por lo cual publicamos una columna de opinión que nos envía la Gerente de la Fundación Educacional Arauco, Isidora Recart.
La localidad de Santa Olga, ubicada en la comuna Constitución, es hoy el símbolo indiscutido de la reconstrucción después de la peor ola de incendios forestales que Chile haya conocido en su historia. Una cara menos visible de esa tragedia ha sido la situación de las escuelas rurales de la zona: el fuego afectó a tres colegios que hoy también deben volver a levantarse. La escuela Las Corrientes es un ejemplo. Durante largos años hemos trabajado con sus profesores y su directora, y hemos sido testigos privilegiados del trabajo, el cariño y el compromiso de los maestros con los niños a los que enseñan.
Aportar a la normalización de las escuelas rurales destruidas por los incendios constituye nuestra tarea inmediata. Pero esta tragedia ha permitido hacer visible una realidad más profunda y , por lo general desconocida: las escuelas rurales en Chile.
Estas escuelas atienden a miles de niños en condiciones mucho más difíciles que las escuelas urbanas. Las distancias, el clima, incluso el tiempo, se convierten aquí en verdaderos adversarios. Muchos chilenos ignoran esta realidad, que sin embargo se repite día por día en centenares de puntos del país. La primera prioridad de las políticas públicas sobre escolaridad rural debería ser, precisamente, su visibilización ante la sociedad.
Debemos potenciar la educación rural: hay que inyectar fuerza y optimismo a los 260.956 niños y los 26.245 profesores que todos los días se encuentran y trabajan en las escuelas rurales. Ellas son las sedes del trabajo de enseñar y del aprender.
En estos 27 años, Arauco a través de su Fundación Educacional ha trabajado con más de 500 escuelas, muchas de ellas rurales, en las regiones de Maule, Biobío y Los Ríos. Sabemos, por esa experiencia, que una educación nacional de calidad está incompleta si no ha prestado atención especial a los niños que vienen de los territorios más alejados y vulnerables. Es por ellos que tenemos que encontrar respuestas innovadoras.
Estamos convencidos de que las escuelas rurales tienen un valor especial y características únicas que toda la educación debiera incorporar. Se trata de establecimientos que tienen la posibilidad de estructurar su programa educativo en estrecha interrelación con su entorno natural y social. Además son espacios que permiten una verdadera inclusión, ya que todos los niños son recibidos y se trabaja con el convencimiento de que todos pueden aprender.
Para seguir avanzando, consideramos que es clave seguir apoyando la continuidad de los microcentros, potenciándolos como espacios de formación y de desarrollo profesional docente, que permita a los profesores establecer verdaderas comunidades de aprendizaje. Asimismo, fortalecer a los equipos docentes en la capacidad de reflexión sobre su práctica, con herramientas tecnológicas que faciliten el trabajo en red y con apoyo presencial que permita compartir las decisiones pedagógicas. Sólo así podremos construir un saber único y especializado en entornos rurales y no rurales.
Esperamos que la conmemoración del Día de la Educación Rural genere un impulso que motive a todos a trabajar por la construcción y reconstrucción de una mejor educación rural y que todo el sistema educativo tenga la oportunidad de conocer y replicar aquellas prácticas impulsadas en el mundo rural que han permitido desarrollar un sistema educacional único. Esto requiere dedicar tiempo, esfuerzo y acompañamiento, pero estamos convencidos que ayudará a lograr una educación de calidad para los niños y niñas de nuestro país.
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