Emiliano Aguayo medita acerca de los lamentables y repudiables hechos que se están sucediendo en las tierras de su infancia, de su crianza y aprendizaje, la que a pesar de la distancia quiere, añora y no deja de disrutarla cada vez que puede.
A mis hijas, no sólo le hemos enseñado el respeto por nuestra cultura ancestral ni sólo comprado el trajecito cuando se lo piden en el colegio.
Hemos estado en diversos lugares y actividades. Mi esposa, incluso, alguna vez tomó un curso de mapudungún en el Museo Juan Cayupi Huechicura (Museo Mapuche de Cañete) , lugar obligado de varias visitas con ellas, por supuesto.
Porque ambos nos criamos en el sur. No conocemos a los mapuches por la tele o porque fue alguno nuestro jardinero. No, han sido nuestros amigos, parejas, profesores, autoridades, vecinos, etc.
Y no sólo le hemos enseñado que la muerte, el asesinato, la injusticia es sólo contra el pueblo mapuche, sino que ha sido, lamentablemente, parte de nuestra historia social y política contemporánea, por lo que claro que la muerte de un comunero debe llamar a la reflexión y una investigación seria y comprometida con la justicia.
A la vez, en este andar con las hijas por terrenos araucanos de Tirúa, Elicura, Peleco, Antiquina, los lagos Lanalhue y Lleu-Lleu, también hemos disfrutado de otra manera la cultura mapuche que respetamos y consideramos nuestra, porque vivimos ahí. Porque para nuestra familia comer piñones, nalcas, digüeñes, mote pelado con cenizas, maqui, camarones de barro, es parte de la dieta, no una extravagancia culinaria progre.
Para nosotros también era disfrutar y aprender de la cultura de la zona ir al Quelén Centro Turístico , recién desaparecido en llamas, donde mostramos artesanías mapuche de la zona expuestas allí. Fue también un lugar para mostrarles la cosmovisión mapuche desde el Observatorio Yepun instalado allí, y que era el más austral del país.
Duele lo que pasa en las tierras que tanto queremos y de donde somos parte. Duele ver estos incendios, como duele ver a comandos preparados para guerra, vestidos de casco y armados hasta los dientes contra la propia raza.
Duele ver que a la vez es la provincia más pobre y que todo este contexto influye aún más en esto.
Duele el doble, porque no sólo lo vemos desde la comodidad de Santiago, sino porque nuestras familias viven allí.
Y sí, a veces, nos gustaría ser sólo santiaguinos y ver todo como una película de aventuras, y no como parte del elenco.
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