Sigue la investigación de estos impactantes casos a nivel nacional y donde más de alguien recordará que entonces también se hablaba de esto en Cañete y otras comunas de la provincia. CIPER publica el caso de una mujer de Cerro Alto, pero que pasó en Santiago. Lo más probable es que la investigación en curso abarque a nuestra zona.
Tomamos el caso que "Ciper Chile" publicó este 4 de junio de 2019, titulado "Adopciones ilegales: 141 madres ya se han reencontrado con los hijos que les arrebataron al nacer" escrito por el periodista Nicolás Sepúlveda:
En febrero pasado el magistrado Mario Carroza sacudió al país al informar que hasta 20 mil adopciones de niños chilenos enviados al extranjero están bajo investigación.
La cifra es impactante y sobrecogedora. Ya son 141 los reencuentros entre madres e hijos que vivieron separados durante décadas porque los niños fueron enviados al extranjero, entregados en adopciones irregulares sin el consentimiento materno.
El registro lo lleva la agrupación Hijos y Madres del Silencio, un puñado de voluntarias que se organizó después de que CIPER publicó, en 2014, los primeros reportajes sobre adopciones ilegales realizadas en Chile con la complicidad de médicos, matronas, enfermeras, asistentes sociales, sacerdotes, religiosas y jueces de menores. Una red que permanece en total impunidad.
UN ROBO EN EL PAULA JARAQUEMADA (CASO DE CERRO ALTO)
Un caso revisado por CIPER en el que se denuncia que la madre firmó papeles en blanco, es el de Sandra Erices. En febrero de 1989 llegó a Santiago con 15 años de edad y siete meses de embarazo. Venía de Cerro Alto, un pueblo de la Región del Biobío. Su familia quería ocultar su estado. La noche del 27 de abril ingresó a la maternidad del Hospital Paula Jaraquemada (actual San Borja Arriarán).
-Fue parto natural, la matrona me pasó a mi bebé y fue muy amable. Yo tenía a mi niña en el pecho, después llegó otra niña y se la llevó. Me pasaron a una sala que quedaba fuera del hospital, porque para llegar se atravesaba un pasillo súper helado. Ahí había dos camas. Recuerdo que el techo era bien alto, como antiguo. Había una niña, pero no conversé con ella esa noche porque llegué de madrugada. Ella me despertó en la tarde y recuerdo haberla visto muy borrosa. “Oye, despierta, ha pasado mucho rato y sigues durmiendo y no te han traído tu guagua”, me decía. Yo la miraba, pero seguía durmiendo. Al otro día me despertó como a las diez de la mañana: “Me voy, me dieron el alta”. Pero yo abría los ojos y me dormía. Imagino que estuve muchos días así, no sé cuántos. Despertaba, veía que era de día y me dormía. Despertaba, veía que era de noche, y así. Un día desperté más lúcida e intenté salir, pero una enfermera me detuvo. Luego me llevó con la asistente social, que me dijo se llamaba Margarita Valdés. Ella me dijo: “Estás de alta. Te tienes que ir. Por favor, firma los papeles”. Empecé a firmar y había uno en blanco. Yo le dije: “¿Cómo voy a firmar este papel?”. Y me respondió: “Donde está la X pone tu nombre, no más”. Y eso hice.
Sandra recuerda que luego volvió a la sala donde había dormido durante días. Esperó que le trajeran a su hija para partir con ella. Pero eso nunca pasó.
-Llegó la enfermera y me dijo “ya, ándate”. Y le respondí que cómo me iba a ir si no me habían pasado a mi guagua. Y me dice “ah, ¿no te vas a ir?”. “No, tienen que entregarme a mi hija”. Se pusieron agresivas y me soltaron que me tenía que ir y que los papeles que había firmado eran una adopción. Me puse a gritar, a llorar. Ella me cacheteó y ya no recuerdo más. No sé si me desmayé, pero volví a despertar en la camilla, mareada.
Sandra Erices se fue sin su hija. Y solo pudo verla 25 años después. En el intertanto volvió innumerables veces al hospital buscando a la asistente social a quien culpa del robo de su niña. Recorrió juzgados, habló con abogados que le cobraban caro, fue al Registro Civil y a la policía, pero casi nadie le creyó. Pensaron que estaba loca. Eso, hasta mediados de 2014. Un día llamaron a la puerta de su casa. Era una funcionaria del Sename que le informó que su hija vivía en Estados Unidos y que la estaba buscando.
Jennifer tiene 25 años y reside en Nueva York. La adoptó en 1989 una familia de chilenos que vivía en Estados Unidos y que pagaron US$10 mil por los trámites, que se hicieron a través de una agencia, para retirarla desde la Casa Nacional del Niño. Ella buscó y encontró a Sandra Erices, su madre biológica.
La hija de Sandra tenía en su poder parte de la documentación que acredita su adopción. Esos antecedentes fueron clave para demostrar que la denuncia de su madre era cierta. Y tuvo repercusiones judiciales. Ya en 2012 Sandra Erices había presentado una demanda por sustracción de menor en el 34° Juzgado del Crimen de Santiago. En junio de 2015 la jueza Claudia Salgado determinó que “de la investigación practicada resulta justificada la perpetración del ilícito que dio origen a la formación del proceso”. Al no haber antecedentes suficientes para encontrar un culpable, la causa fue sobreseída.
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