Recuerdo que siendo muy niño conocí a mi tía Uberlinda Flores Arriagada en la oportunidad que llegó a Cañete luego de trabajar por varios años fuera; no sé si en Concepción o Santiago.
Con mi hermano Luis “ayudamos” a traer su equipaje, no recuerdo si de un bus o de un camión hacia el interior de la casa de mi abuelita Hortensia Arriagada junto a mi tío Domingo Flores, mi abuelo Francisco Flores Neira y seguramente también mi papá Luis Ernesto Flores.
A decir verdad la ayuda que brindábamos con mi hermano Luis era bien poca porque cada cosa que nos pasaban nos la echábamos al hombro y comenzábamos a gritar “Aquí vengo de viaje, aquí vengo de viaje”.
Luego mi tía “Ube” (también le decíamos tía “Uva”) comenzó a trabajar un local de frutas en el interior del Mercado Municipal; no sé si lo tenía de antes o comenzó con él en esta etapa de su vida.
El Mercado Municipal en la primera mitad de la década del sesenta era el núcleo principal de la actividad frutícola de la zona y proveía de todo tipo de verduras a Cañete y sectores cercanos.
También contaba en su interior con varias carnicerías, una pescadería, algunos locales que expendían comidas para el público que llegaba desde los alrededores de Cañete ya fuera a vender productos agrícolas de toda índole así como a las personas que venían a otro tipo de trámite ya fuera judicial, educacional, o bien de salud.
Inmediatamente después de la entrada principal en sus extremos norte y sur había sendas sucursales de las principales panaderías de aquel tiempo; “La Estrella” y “La Nueva”.
Como a fines del año 1963 mi tía “Ube” llegó a nuestra casa en el sector de Puente El Carmen para colocar unos aritos que había comprado para mi hermanita Anita María, de quién todos decían que se le parecía mucho. Mi tía Ube miraba fijamente y con mucha ternura a mi pequeña hermanita y exclamaba “Como va a ser posible que yo fuera alguna vez tan linda como ella”
Recuerdo que la postura de los aritos en el lóbulo de las orejitas de mi hermanita Anita María fue una verdadera tragedia para ella y luego no había forma de hacer que dejara de llorar. Para mitigar “la culpa” que sentía mi tía por el hecho, recuerdo que le regalé unas canciones recientemente aprendidas acompañado de mi guitarra.
Mi tía “Ube” las agradeció mucho a pesar de que sufría de una seria sordera por lo que había que acercarse bastante a ella para hablarle; con el tiempo solucionó este problema con un audífono.
Como a la edad de 7-8 años luego de salir de clases encaminaba mis pasos hacia el Mercado Municipal a acompañar a mi tía. Honestamente esta compañía era interesada porque ella me regalaba frutas y me invitaba a tomar once; también me dejaba “a cargo” del negocio mientras ella conversaba con algún locatario (a) amigo (a) lo que me permitía sentirme muy importante en el desarrollo de la actividad comercial que ocurría al interior del recinto.
Mi tía “Ube” me tenía autorizado a comer todas las uvas desgranadas de los cajones de esta sabrosa fruta que a mi me gustaba mucho. A veces no había muchas desgranadas así que en un descuido suyo, yo sacudía los racimos hasta tener una buena cantidad de granos en el fondo del cajón.
Una tarde de un lluvioso mes de julio mi tía no dejó que me fuera a mi casa hasta que dejara un poco de llover, pero a cada momento llovía mas y mas que parecía que las compuertas del cielo se habían abierto y estaba ocurriendo un nuevo diluvio; tanto así que mi tía me llevó hasta su casa en la esquina nor-poniente de Mariqueo con Uribe.
“Vamos a esperar que pase un poco el agua para que se vaya a su casa”- me dijo mi tía Ube.
Pero la lluvia no paraba, parecía que más llovía y ya estaba muy oscuro.
Serían como las nueve de la noche cuando de improviso de abrió la puerta de la casa de mi tía “Ube” y entró mi papá que había ido a buscarme primero donde mi abuelita Hortensia y al no encontrarme allí pensó que podría encontrarme en la casa de mi tía.
Como era tan tarde y llovía tanto mi tía le dice a su hermano “No vas a llevar al niño con este aguacero, así que el dormirá aquí y mañana desde aquí se va al colegio”. Así se hizo.
Con el tiempo mi tía “Ube” junto mi tío Humberto Medina se mudó al interior de una casa a mitad de cuadra por el costado oriente entre las calles Uribe y Tucapel, allí vivió varios años.
Recuerdo que a este lugar llegó de visita desde Antofagasta donde residía, su único hijo, mi primo Humberto Custodio Flores Flores; nunca he sabido por qué le decíamos “Nano Berto”. Me parece mucho que esto acontece por el año 1970., no estoy seguro.
Mi “ Nano Berto” llegó acompañado de su esposa Milenka Franulic y su pequeña hijita Ljubica quién hizo amistad con mi hermanita Anita María (Q.E.P.D.) y se lo pasaban largos ratos juntas jugando.
También en este lugar de residencia la acompañó por una temporada mi prima Roxana Flores Lagos, que me parece mucho era ahijada de bautismo.
Con el tiempo mi tía “Ube” se cambió a su lugar de residencia definitiva en la naciente Población Larroulet, hoy llamada Juan Pablo Segundo. Allá fuimos mi papá Luis Ernesto y mis tíos Domingo y Carlos Flores a ayudar a instalar y realizar cuanto arreglo fuese necesario para una cómoda estadía por el resto de los años de mis tíos Humberto Medina y Uberlinda Flores.
A fines del año 1973 en circunstancias que tuvimos que dejar de vivir en la parcela a orillas del camino a Cayucupil en el sector de Puente El Carmen, mi tío Humberto Medina fue clave en las diligencias para que a mi papá le asignaran un sitio que estaba desocupado en la calle Petit-Laurent.
Mi tía “Ube” nos acogió en su casa durante los días que se necesitaron para hacer la nuestra bajo la dirección de mi tío Hernán Castillo, esposo de Ernestina Olave; mi tía Tita, hermana de mi mamá.
Con el paso del tiempo y como es casi natural me fui alejando de mi tía “Ube” y luego de varios años en un viaje a Cañete mi mamá me informa que mi tío Humberto Medina había fallecido. Naturalmente que fui a saludar a mi tía siendo esta la última vez que la vi y conversé con ella.
Posteriormente en otro viaje a Cañete me enteré que había vendido todas sus pertenencias y se había marchado de manera definitiva a Antofagasta junto a su hijo y familia.
Hace unos días mi hermano Luis mediante un mensaje de texto me informó que el estado de salud de mi tía “Ube” era muy delicado y al no poder viajar hasta ella quiero rendirle un homenaje sincero, con mucho cariño y agradecimientos por todas las cosas que ella hizo por nosotros; por todo el amor que nos dio, por el amor que le tenía a su hermano Luis Ernesto Flores Arriagada, mi padre.
Y como última reflexión pensar que el día que ella falte en esta vida; siendo la mayor de los hijos de mis abuelos José Francisco Flores Neira y Hortensia Arriagada Torres, y la única sobreviviente de los hermanos; se rompe para siempre el eslabón tangible que nos une con el pasado y sólo quedarán los recuerdos que espero nunca se borren de la memoria.
Gracias Tía Uberlinda por su cariño.
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