Francisco Flores, un tremendo narrador de historias; sus historias, las nuestras y la de otros tantos cañetinos repartidos por el mundo. Hoy nos escribe un gran relato de una historia muy simple, pero de tremenda perseverancia, de su sueño de niño, quizás el más humilde e inocente, pero sueño al fin; un sueño que tuvo que esperar 55 años para hacerlo realidad.
ESCRIBE FRANCISCO:
Miro hacia Cañete siendo muy pequeño, y veo por la polvorienta calle Esmeralda venir la vieja micro de Don Manuel Abarzúa que por esos años hacía el recorrido Cañete-Cayucupil y que con su ruidoso motor me hacía imaginar que era un monstruo mitológico de un cuento medieval.
Verla cruzar el "puente de los Concha" y empinarse lentamente la pequeña subida para luego emplanar hasta verla esconderse en la bajada que la llevaría al Puente Mellizos era todo un espectáculo para mis infantiles ojos.
Veía esta vieja micro pasar 3 veces al día en su afán por traer o llevar la gente hacia y desde Cayucupil, afán que muchas veces era obstaculizado en el camino por alguna falla mecánica que causaba que los pasajeros llegaran caminando cual procesión religiosa a Cañete; entonces mi mamá me decía: "ya quedó en pana la micro" y seguía en su quehacer de lavado de ropa.
Mi papá desde algún lugar había traído unas tablas y había fabricado un pequeño banquillo que yo utilizaba para sentarme y ver pasar la micro al mediodía.
Y fue en esta situación cuando un día como a la edad de 3 o 4 años tuve una brillante idea que comuniqué a mi mamá que la escuchó con regocijo y algo de incredulidad por lo prematuro de mi plan.
Sería como enero de 1961, cuando nacía la década mas creativa del ambiente artístico chileno, la que imitando movimientos venidos de lejanas tierras ve nacer la Nueva Ola Chilena dando oportunidad a una camada de talentosos artistas, tanto músicos, arreglistas, cantantes, como nunca se ha vuelto a ver en Chile.
Quizás alcanzado por el ambiente creativo imperante, sentado en mi banquillo le digo a mi mamá "cuando sea grande seré el chofer de la micro"; y como nosotros vivíamos en la parcela a orillas del camino a Cayucupil, pero no teníamos ningún vínculo de responsabilidad en la propiedad no poseíamos llave del portón, o "trancas" como se le llamaba. Y es por lo mismo que le añado a mi plan: "claro que tendré que pedir las llaves de las trancas para guardar la micro aquí porque no puedo dejarla en el camino"
Con el tiempo la micro de Don Manuel Abarzúa se hizo muy antigua y los desperfectos eran recurrentes razón por la que ya no pudo seguir prestando el servicio y debió dar lugar a otro empresario, así que nunca más volví a ver la micro que yo manejaría "algún día".
Con el correr del tiempo, el 20 de agosto de 1973 a un mes de cumplir 16 años de edad, luego de un aprendizaje y práctica alrededor de 7 meses, Don Luis Gerardo Rivas Leal me extiende un contrato y comencé a trabajar como radio-controlador en Radio Millaray y 6 años mas tarde emigré a Santiago con el propósito de trabajar en una emisora santiaguina.
A pesar del empeño que puse nunca logré mi anhelo, no por falta de capacidad; sino como me dí cuenta muchos años mas tarde, toqué las puertas equivocadas.
Muchos fueron los trabajos que he realizado en Santiago; desde lavar vasos en restaurantes, garzón, barman, pelando papas en algún hotel, lavando platos en otro; parrillero, disc-jockey en clubes nocturnos, vendiendo agendas de apuntes en las micros; en fin, muchos oficios.
Estaba trabajando en un camión haciendo aseo en el Hipódromo Chile cuando un amigo que era micrero me dice que agregue a mi licencia de conducir clase para pasajeros y me conseguirá trabajo en la línea donde trabajaba él.
A través de otro amigo que era mecánico conseguí una micro de aquellas que eran conocidas como Pininas porque eran Mercedes Benz de procedencia argentina, y con ella di el examen para obtener clase para transportar pasajeros.
Pasaron como 6 meses y mi amigo micrero nunca me puso en contacto con su jefe así que nunca trabajé en locomoción profesionalmente, pero me enseñó a cortar boletos porque aquello era toda una técnica considerando que había que cortar el boleto, eventualmente dar el vuelto, conducir máquinas convencionales, es decir pasar cambios, acomodar las monedas en la llamada "pesera" porque dependiendo del billete con que pagaran había que rápidamente dar el vuelto ya que la gente se agrupaba en la puerta; todos queriendo subir. Aquello era realmente estresante.
Con el paso del tiempo lo que me molestaba era tener que controlar mi licencia cada 2 años porque así lo ordenaba el hecho de tener clase para transportar pasajeros. La clase para camiones duraba 6 años.
Luego se modificó la ley de tránsito, se crearon las escuelas de conducir profesionales y el período de ambas clases se fijó en 4 años.
En el año 1991, exactamente el primer día de octubre comencé a trabajar con un señor que transportaba material a las construcciones; con este trabajo conocí las calles de Santiago en toda su extensión por los 4 puntos cardinales.
Todo iba bien hasta que el trabajo comenzó a mermar porque las técnicas de construcción fueron cambiando y nuestro material (ladrillos) dejó de utilizarse llegando al punto que mi empleador con mucha pena decidió terminar su microempresa. Pero yo seguía trabajando solo que ya no era lo mismo, así que comencé nuevamente a "tirar líneas" para ver que haría.
Hasta que un buen día voy en la micro de la empresa Redbus Urbano que me lleva a mi casa y quedé pensando "¿Cómo se entrará a trabajar aquí?
Llegando a mi casa encendí mi PC y entré a la página de la empresa, vi los requisitos que piden, hice mi curriculum, le puse mis fotografías y las envíe el lunes 2 de noviembre por la noche.
El día martes 3 a las 16 horas llaman para decirme que debo acudir el miércoles 4 para una "prueba de conducción" y luego de aquello dicen que el lunes 9 darán las respuestas de los aceptados y que mientras tanto reunamos todos los certificados que piden.
El día jueves 5 de noviembre hablé con mi patrón acerca de mis planes y me responde que me da todas las facilidades para realizar mis trámites y desea que me vaya bien. Y si me fuera mal, seguimos como sea.
El día lunes 9 a las 13 horas me llaman para decirme que fui aprobado y que debo presentarme el día jueves 12 y viernes 13 con todos los documentos solicitados para la inducción correspondiente. Nunca había escuchado la palabra inducción.
El día martes 10 con mi jefe finiquitamos nuestro contrato llegando a un buen acuerdo para ambos y al salir de la oficina del contador nos dimos la mano renovando la amistad que nos habíamos brindado por 24 años.
El día 14 de noviembre a las 14.00 horas salí al cabezal asignado a debutar como conductor de transporte de pasajeros luego de 55 años desde el momento en que le hice la promesa a mi mamá.
Rumbo al cabezal me subí a un bus de los mismos en los que trabajaría que era conducido por Marco Mouat quién inmediatamente comenzó a instruirme de la manera mas sencilla acerca de cómo debía trabajar.
Luego Reinaldo Muñoz "Momo" me enseñó la ruta del recorrido B-26 y del B-04; para el día domingo 15 Don Juan Prado me enseñó la ruta del recorrido B 04-V (variante)
Conocí colegas que me ayudaron y enseñaron mucho, Fernando Muñoz me enseñó acerca de algunas conductas hacia el público, instrucciones que he seguido al pie de la letra y me ha dado buen resultado. Agradezco sus enseñanzas y retribuyo su amistad con la misma sinceridad.
Podría nombrar a muchos de mis colegas que me han dado su amistad , a Juan Valverde quién asegura conocerme de alguna parte pero no recuerda donde, a Leo Gutiérrez que me dice "grande Flores" cada vez que me ve, al chico Ponce que me ofrecía café en cada oportunidad que me veía; a Raúl Herrera que me dijo que le había dado muy duro al trabajo, que parara un poco; a don Raúl Pérez que siempre me dice "Señor Flores" y que estimo mucho, al Huasito González con quién converso en jerga campesina recordando quehaceres del campo y nos ponemos a llorar juntos por esos recuerdos, a Millanao con quién hablamos en clave y nombramos lugares mapuches inexistentes para impresionar a la audiencia; a Núñez Cubillos quién es mi Maestro y Mentor en cosas cotidianas que no podemos nombrar aquí; a Miguel Ángel Jiménez mi amigo, mi gran amigo.
La relación con todos mis colegas ha sido de primer nivel; nada que decir, siento su amistad y respeto flotar en el aire y eso me llena de confianza y veo que la elección del lugar para trabajar fue correcta.
Como me gusta el humor y contar anécdotas quién mas se ríe es el Inspector, Don Jaime Sereño que al principio me decía "te tengo fe h…ón" cada vez que me daba una instrucción que yo no entendía.
La relación con el público, "mi público" como me refiero; ha sido excelente , he tenido que aprender ubicación de calles y combinaciones de recorridos para poder informar correctamente cuando algún pasajero, que es frecuente, está desorientado y no sabe como hacer para llegar a su destino.
Siento que mi trabajo es importante, en especial cuando transporto personas de la tercera edad que dificultosamente pueden subir a "la máquina", cuando llevo personas que van a su trabajo, al médico, al colegio, a visitar a sus padres o abuelos, a sus hijos o nietos; a un amigo que está enfermo, en fin; tantos motivos por los cuales la gente, "mi público" me necesita.
También siento que debo agradecer a mi amigo Luis Bustamante que me dijo hace muchos años que diera el examen y agregara a mi licencia de conducir clase para transportar pasajeros, porque sin ello no hubiera sido posible mi ingreso a esta empresa.
En especial, y sabiendo que en estos momentos olvido muchos nombres; agradezco a todos, A TODOS quienes de alguna forma me han ayudado; tienen mi reconocimiento y mi amistad para siempre
Finalmente debo confesar que me parece un sueño que al cabo de 55 años desde que hice la promesa a mi mamá de que "manejaría la micro" viera el cumplimiento de una frase llena de esperanzas de un niño de 3 años, y que hoy en el atardecer de su vida agradece a Dios las circunstancias y la forma en que aquello se cumplió.
Hoy mi madre no está desde hace mas de 15 años; pero sé y siento su manto protector desde el cielo y puedo dormir tranquilo porque sé que vela mi sueño como tantas veces lo hizo cuando era niño, y también sé que está llena de satisfacción y gozo porque le he cumplido mi promesa.