En diversas circunstancias he escuchado la frase o alguna semejante: " hay que defender lo nuestro" " hay que promover lo nuestro" "hay que dar a conocer lo nuestro", tanto así que llegué a preguntarme ¿Qué es lo nuestro?
La pregunta no deja de ser interesante , porque llegar realmente a una respuesta no es tarea fácil; pero atendiendo a los tiempos que corren y dada la mecanización de las relaciones humanas a todo nivel, prácticamente no hay tiempo para detenerse a disfrutar aquello que es verdaderamente "nuestro".
Los jóvenes hoy por hoy todo lo tratan a través del celular y el whatsApp; personalmente he visto conductores , colegas de profesión incluídos; más preocupados del aparato celular que de lo realmente importante. Decididamente existe un desapego de la realidad.
Vivimos una época de frialdad absoluta en lo que a relaciones humanas se refiere, por cuanto no hay interés en los jóvenes y adultos en general, por reunirse en torno a una mesa familiar, por ejemplo, y disfrutar de una distendida conversación.
Pero vamos a los que nos convoca en esta oportunidad.
¿Qué es lo nuestro?
Recuerdo que mis profesores de la Escuela Nº1 de Cañete cuando hacían clases pusieron mucho énfasis en que recordara siempre el legado de mis antepasados , fueran estos mi abuelos , mis padres, mis profesores , mis amigos , las calles de mi pueblo, mi casa por humilde que fuera, en fin; todo cuanto en aquel momento era presente; porque decían que con el tiempo aquello sería mi pasado y se convertiría en lo más preciado de mi vida.
Entonces ¿Qué es lo nuestro?
Mío y de mis hermanos. Es el legado y los recuerdos de nuestro padre arreando los bueyes y la carreta con carbón, ya sea bajando de los cerros de Butamalal, o bien desde las lomas de Tucapel Alto con leña de roble para vender en Cañete. También mío es el recuerdo de mi padre por las noches al calor de un fogón tocando la guitarra y cantando canciones del folklore chileno y mexicano.
¿Qué es lo nuestro?
Mío y de mis hermanos; es el recuerdo de nuestra madre lavando ropa ajena en el estero El Carmen para hacer mas placentera la vida familiar colmada de necesidades, pero que con esfuerzo y sacrificio se podía dar la batalla por la vida.
¿Qué es lo nuestro?
Mío y de mis amigos de la calle Esmeralda; es el recuerdo de todas las “pichangas” en donde nos divertíamos, gozábamos de la vida joven y muchas veces planificábamos entre todos lo que podríamos llegar a ser en el futuro.
Allí están en esos recuerdos hermosos Víctor Garcés y sus hermanos , los hermanos Riquelme, hijos de Don Adán (Olegario , Mario y Rosamel) ; los hermanos Zúñiga (Esteban y Víctor), los hermanos Retamales , Don Nano Díaz y sus hijos Santiago y Pedro; también los hermanos Olave (Mario y Ambrosio “Pocho”); también “Godo” Esperguel (con quién me disputaba el puesto de arquero) en fin; todos ellos, y muchos más forman el cuadro del equipo de fútbol de mi barrio; ese pichanguero y bullicioso que hace sonreír al añorar tantos goles y la misma cantidad de “ alegatos” cuando considerábamos que éramos perjudicados con alguna jugada.
¿Qué es lo nuestro?
Mío y de mis compañeros de curso en la Escuela de Hombres N°1 de Cañete ; es el recuerdo de las idas al Fuerte Tucapel a hacer estudios de historia en terreno de lo que el resto del país se tenía que imaginar; también es el recuerdo de las reuniones boxeriles auspiciadas por el Sr. Rocha, y los jarros de leche preparados por la Señora Nena en la cocina.
También nuestras son las tardes que íbamos a la loma Sánchez a escuchar los relatos del mismo profesor Rocha para los trabajos de comprensión de lectura; y también son nuestras las horas que nos pasábamos tratando de descifrar, algunos; las operaciones de álgebra del Sr. Luis Faúndez Roa, y que entre número y signos nos hacía escuchar los versos que escribía.
Nuestro es el recuerdo de los días martes cuando el auxiliar “Sotito” nos llevaba al dentista al Hospital; por turno, según fueran las necesidades, y los deseos de “capear” clases muchas veces , también nuestras eran “las botellitas” que traían la anestesia y que el dentista el Sr. Gallardo nos regalaba para calmar los dolores.
Nuestra es la historia de los aborígenes locales que defendieron su tierras de la invasión de los extranjeros como ningún pueblo lo hizo en América; nuestros son los nombres gloriosos de Lautaro, Caupolicán y Galvarino que supieron enfrentar con verdadera firmeza y oponiendo sus pechos con absoluta entrega por los suyos a un enemigo desconocido y poderoso como nunca habían visto.
Nuestros son los recuerdos y los olores de los coigues, araucarias, avellanos, ulmos y copihues que existieron en los cerros de Caramávida, San Ernesto,El Chacay, El Porvenir y tantas montañas de Butamalal y sus alrededores.
Nuestros son los días que nos aglomerabamos en la taquilla del viejo y querido Teatro Municipal para ver las hazañas de Tarzán y las películas de westerns italianos; nuestros eran los cucuruchos de piñones, castañas y maní tostado que vendía “Calulo” y su madre en la puerta de este mismo teatro y que nos apresurábamos en comprar para lograr la mejor ubicación en sus butacas.
Nuestros son los paseos cada tarde alrededor de la Plaza de Armas de Cañete, conversando de mil cosas, escuchando la música del momento que desde el odeón emitía Juan Panchilla a través de sendas bocinas redondas que llevaban la música hasta lejanos rincones de la ciudad y que nos hacía soñar, bailar, enamorar, o solo divagar.
¡Qué tiempos aquellos! Y pensar que todos esos recuerdos son nuestros; nada más que nuestros.
Tal vez las personas más jóvenes tienen otros recuerdos, no me cabe la menor duda; pero es en base a esos recuerdos que se va cimentando el futuro de nuestros hijos porque nuestras vivencias, carencias, sacrificios y perseverancia en alcanzar nuestras metas son las que ponen en nuestro corazón el entusiasmo y la fe , y por lo tanto la esperanza de alcanzar mayores logros y mejores condiciones de vida para nuestros descendientes.
Tal vez en esta oportunidad como nunca encuentro sentido a las angustiadas palabras del escritor cañetino Clímaco Hermosilla en el epílogo de su libro “Crónicas” en la página 163 que dice que: “A nadie le gusta que lo que ama muera o desaparezca, y yo veo cómo nuestro mundo, esa comunidad semi-urbana, semi-rural, de tradiciones tan queridas, va desapareciendo, tragada por el ritmo frenético de la vida de nuestros días; olvidada cuando no despreciada por las nuevas generaciones de jóvenes cibernéticos , poco imaginativos, poco creativos, siempre aburridos, siempre hastiados…”
Entonces si recordar nuestro pasado; a nuestros amigos, a nuestros padres por ignorantes que hayan sido, y defender lo que marcó nuestra vida para siempre, y que además forma parte del patrimonio característico de nuestra ciudad, es un “comentario añejo”; (como dijo alguien) quiere decir que ya es hora de borrar nuestra ciudad completa y nuestra existencia misma de la vida cotidiana de este país para siempre.
Ojalá Cañete, su gente , sus organizaciones, autoridades y todo aquel que sienta amor por nuestra tierra y "lo nuestro" pueda ser un portavoz y un estandarte defensor de cada detalle, de cada calle, color, sonido y todo aquello que caracteriza a nuestro hermoso y pujante pueblo llamado Cañete.
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