Hoy las noticias nos hacen testigos de una de las heridas más profundas y dolorosas para nuestro país, como es el fallecimiento de diez mujeres adultas mayores en incendio ocurrido en un hogar de reposo de la Octava Región. Familiares de las víctimas hablan muy bien de las atenciones brindadas por los funcionarios y que el establecimiento cumplía con todos los requisitos para funcionar y aún no se conocen las causas de tan lamentable desenlace.
De inmediato, volcamos nuestra mirada hacia esta población y comienzan los diversos análisis de la situación de los adultos mayores en Chile. En que parece que recién nos estamos dando cuenta que este grupo ha ido en franco crecimiento. Este cambio demográfico se veía venir y su desarrollo comenzó a gestarse el mismo día que aparecieron las políticas de control de la natalidad y aún así a través de los años no ha logrado la atención de nuestros gobernantes y por lo tanto tampoco se cuenta con políticas públicas que permitan su sano, oportuno y pleno desarrollo.
El Adulto Mayor en Chile, parece ser un ente invisible y si además comienza a presentar deterioro físico o mental en muchos casos se transforma en un estorbo para su familia y en otros tantos casos son víctimas de maltrato o abandono, situación que no alcanza a ser visible para las pocas entidades estatales encargadas de protegerlos.
Muchos hijos o nietos argumentan que ahora las viviendas son más pequeñas y que no tienen donde tener a sus padres o abuelos. Por otro lado tenemos a los mismos adultos mayores justificando a sus familiares diciendo que están “muy ocupados en sus trabajos” y que no los pueden cuidar.
¡Que pena! Porque muchas personas de esta primera generación de adultos mayores fueron grandes multíparas, o sea tuvieron muchos hijos ¿Y esos tantos hijos ahora dónde están? No estamos practicando lo de “la casa es chica, pero el corazón es grande”. No le echemos la culpa al tamaño de las casas, si queremos y tenemos voluntad siempre vamos a encontrar la forma de tenerlos a nuestro lado. Ellos ya no necesitan grandes cosas, sólo quieren nuestra compañía y cariño.
Los hogares o casas de reposo, deben ser la última instancia de solución, porque nunca, pero nunca van a reemplazar a la familia. Internarlos en estos recintos también produce deterioro en su salud, independiente de lo muy bueno que estos puedan ser, porque aquí el adulto queda como desnudo frente al mundo, despojado de todo lo que para él era conocido y querido: sus raíces, recuerdos, familiares, amigos, redes de apoyo, “sus cosas” y pueden comenzar a cursar con una depresión que ellos no son capaces de manifestar, ni nosotros de reconocer. Además, que a estas alturas de sus vidas a algunos de ellos ya se les enseñó que sólo les quedaba “ser agradecidos” y nunca van a manifestar que se encuentran mal, ya que saben que bueno o malo lo que ahora reciben es lo único que tienen.
Yo sé que es decisión de cada familia hacer lo que quiera con sus adultos mayores, pero hagamos un último esfuerzo, acompañemos a nuestros adultos en su vejez, para ellos esta etapa es más difícil que para las próximas generaciones, ya que en la actualidad hay un alto porcentaje de analfabetos, variable que se encuentra superada para los que vienen y que es una herramienta que los prepara para enfrentar esta etapa de mejor manera.
El Adulto Mayor existe, nuestra tarea es que lo queramos ver.
QUE SÓLO NUESTRAS CASAS SEAN LAS PEQUEÑAS, PERO NO DEJEMOS QUE TAMBIEN LO SEAN NUESTROS CORAZONES.