Mirando una fotografía en el Facebook de mi hermano Luis; en la que aparece un vendedor de carbón de tiempos pretéritos en Cañete y leyendo un comentario de una persona "lejanamente cercana" a mi persona , causó que más recuerdos vinieran a mi memoria como una avalancha que baja estrepitosamente y arrastra vivencias y personajes escondidos en los recodos de la memoria que ahora emergen con fuerza colosal trayendo un cúmulo de emociones que pretenden eternizar aquellos momentos.
Según me contó mi mamá alguna vez cuando yo tenía sólo unos meses de vida me enfermé de bronconeumonia gravemente que ella consideraba seriamente mi fallecimiento.
Con una remota posibilidad mi papá acudió a su cuñado Don Carlos Abarzúa Ceballos por una ayuda en medicamentos ya que los recetados en el Hospital de Cañete no brindaban los resultados esperados.
Mi tío que trabajaba en la Notaría de Cañete ubicada en la esquina de Saavedra con Covadonga habló personalmente con Don Paulino Viveros Sagardía; Farmacéutico y dueño de la tradicional "Farmacia Viveros" quién recetó unos medicamentos que de acuerdo al relato de mi mamá "me sacaron del cajón".
Mi mamá era una quinceañera cuando se casó con mi papá, hombre de campo que a duras penas entre bueyes y arados había terminado el sexto año de preparatoria de aquellos tiempos quién además de no tener un oficio estable a pesar de hacer de todo era aficionado al trago lo que limitaba notoriamente los ingresos al hogar razón por la que mi mamá debió salir a diferentes casas a realizar lavados de ropa para paliar las necesidades.
Recuerdo borrosamente que íbamos a la casa ubicada en la esquina sur-poniente de Séptimo de Línea con Lautaro; no recordando eso sí el nombre de la familia del lugar; me parece mucho que eran Valenzuela pero no estoy seguro; pero sí recuerdo claramente que un día al desayuno un joven adolescente me dio leche condensada y un sándwich de pan con palta. Eso nunca lo he olvidado
Había otras personas que permitían que mi mamá llevara el lavado a la casa el que ella realizaba en el estero El Carmen y tal como lo relata mi hermano Luis en su columna "Un recuerdo para mi madre" para que nos entretuviéramos mientras realizaba el ritual del lavado sacaba pasto "siete venas" con el que nos confeccionaba unas sillas y al mismo tiempo buscaba entre el barro unos camarones que poníamos a luchar cual gladiadores romanos para entretenernos.
--Una noche se escucharon unos gritos desde la loma hacia la casa, mi hermano ya no estaba con nosotros pues había ocurrido el accidente en el cual se fracturó una pierna y vivía con nuestros abuelos paternos, por lo tanto yo era el "hombre de la casa" así que salí a ver quién era.
Me asomé a la esquina de la casa que me permitiría ver la persona y una luz enceguecedora de una poderosa linterna choca contra mis ojos que no me permite ver y sólo escucho una voz que me pregunta ¿está tu mamá?
Era Omar Vázquez Cisternas hijo de Don "Chinfo" que venía a avisar que su mamá necesitaba que fuera al otro día a lavar ropa a su casa.
Don "Chinfo" era Don Sinforiano Vázquez, funcionario de Carabineros de Chile y respetado vecino residente en la calle Esmeralda.
Yo tendría en aquel entonces unos 4 o 5 años de edad y los niños Vázquez habían echo un descubrimiento que serviría para que se divirtieran conmigo; descubrieron que los carabineros me ponían nervioso y me asustaban con los uniformes de su papá, a veces me hacían correr por un pasillo que tenía la casa mostrándome solamente un gorro y yo gritaba como condenado.
Por el año ´63 me vino un nuevo ataque de bronconeumonia tan grave que fui hospitalizado y parece que en el hospital no había lugar para los niños porque estuve en una sala con puros adultos.
Allí una noche me despertaron con una algarabía pues los que podían caminar perseguían un pájaro por toda la sala y no lograban echarlo fuera. Luego sabría que aquel pájaro era un murciélago de los muchos que habitaban en los lugares oscuros del hospital que se había colado al interior.
Otra noche parece que tenía mucha fiebre porque comencé a soñar que estaba en mi casa y coincide esto con que andaba un auxiliar en la sala que lo llamé y le pedí que fuera a mi casa a buscar mi ropa para irme. El auxiliar me pide instrucciones de donde está mi casa. Después me pregunta como me voy a ir si está de noche; yo le digo que voy a pasar donde Don "Chinfo" a pedir la linterna con la que Omar fue a mi casa para cruzar el bajo de los Concha que era la parte más oscura del trayecto.
Ya – me dice -- duerme mientras voy a tu casa a buscar tu ropa. Nunca lo hizo.
No se cuantos días estuve hospitalizado hasta que una mañana pasó una monjita por la sala y me dice que el domingo cuando vengan mis papás a verme les avise que el lunes me vengan a buscar porque estoy de alta.
Cuando llegó el momento esperado vino mi papá con el taxista Méndez (Q.E.P.D.) a buscarme, mi papá como siempre llegó un poco "emparafinado" (con trago) y tuvimos que pasar a la casa de Don "Chinfo" a avisar a mi mamá que estaba allí lavando ropa. Luego nos fuimos a casa.
La familia Vázquez- Cisternas vivía en ese tiempo en una casa como a 100 metros desde la calle Luis Cruz Martínez por el costado izquierdo hacia Cayucupil, y mi mamá durante el tiempo que hizo este trabajo fue tratada y respetada como de la familia; a la hora de almuerzo, por ejemplo, la llamaban y nos sentábamos todos a la mesa en una muy grande que estaba instalada en una especie de corredor ancho que tenía la casa.
A don "Chinfo" lo vi solo un par de veces en la casa y era un caballero muy respetuoso además que para mi en ese momento me parecía un gigante; otras veces lo vi de servicio en alguna calle de Cañete y siempre tenía la misma gentileza, educación y respeto que le conocí en la casa.
A mi papá le "perdonó" muchas escenas de curado que realizaba por la calle Esmeralda, y lo que a él le hacía gracia era cuando pasaba cantando la canción mexicana "El corrido de Lucio Vázquez" porque mi papá la cantaba así : "volaron los pavorreales rumbo a la Sierra Mojada mataron a "Chinfo" Vázquez…"
Ellos se mudaron un poco mas al poniente, digamos al sitio contiguo donde construyeron su propia vivienda y al inmueble que ellos ocupaban llegó Don Juan Ávila, reconocido taxista con su familia de la que me hice muy amigo de su hijo Alfonso, amistad que no perduró cuando fuimos adultos.
Realmente no recuerdo si fue en el año ´78 o en el ´80 que me encontré con Omar Vázquez que estaba almorzando en el Restaurante "El Indio" en la esquina de Arturo Prat con 2do de Línea quién siguiendo las huellas de su padre había entrado a Carabineros de Chile , y esta es la ocasión en que tengo el último contacto con la familia Vázquez-Cisternas.
Mi mamá dejó de ir a lavar ropa con ellos , seguramente compraron lavadora como ocurrió en varias casa por esos años a principio de los ´70; pero los recuerdos y gratitud hacia una familia y vecinos que compartieron lo suyo perdura hasta hoy día.
-- A todo esto la bronconeumonia me ha perseguido a través de los años y cada cierta cantidad de tiempo me recuerda que es mi espada de Damocles y tengo la seguridad que alguna vez logrará su objetivo y será la causa de mi muerte.
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