Una respuesta cierta, pero parcial, sería solo con transparencia y ética, sin embargo, esta respuesta solo cubre los actos de corrupción y mal gobierno, lo que está lejos de solucionar el problema de fondo.
¿Qué pasó con los sueños de sociedad? Su ausencia obedece a una política determinada, algo así como hacer política a costo de la real política.
La relación de poder entre poderosos y desposeídos, que ha sido por siglos la motivación para encontrar modelos de desarrollo alternativos a los que generan mayor discriminación y desigualdad, hoy se encuentra en una latencia de desafección emotiva. Es decir, nos encontramos insertos en un modelo que ha generado mayor desigualdad, discriminación y pobreza para las grandes mayorías, a cambio del enriquecimiento histórico de los poderosos, que controlan los medios de producción, los medios de comunicación social y lo peor, las voluntades de la clase política, y no existe reacción aparente.
Sus corrosivos efectos, debilitaron la institucionalidad republicana con sus referentes éticos y políticos y particularmente la función y fines de los Partidos Políticos. Estos se transformaron en pequeñas empresas que invitan a ver en los Partidos, posibilidades de desarrollo personal, con ingresos potenciales indeterminados, con la opción cierta de contratar trabajadores o activistas, que le permiten mantener sus cuotas de poder, al margen de la voluntad consciente de la ciudadanía, que les sigue entregando su voto.
¿Dónde quedaron los buenos liderazgos? Siendo más bien espíritus libres, representan una amenaza al modelo productivo de esta política, por lo que el mismo modelo los marginó, ignoró y persiguió, hasta que desistieron de participar en política y regresaron a sus casas.
¿Por qué no hacer el ejercicio de repensar la sociedad?
El mundo se achicó, los avances tecnológicos y las comunicaciones nos han transformado en una pequeña aldea. Los científicos han desnudado las causas de los grandes problemas que afectan a la humanidad, un modelo depredador que requiere de los recursos naturales en beneficio de unos pocos y el consumo ignorante de las grandes mayorías, afectando los sistemas que han dado equilibrio al desarrollo de la especie humana en el planeta. El Mercado, como gran referente del modelo económico, ha sido incapaz de generar respuestas efectivamente redistributivas de la riqueza, al contrario, aumentó las brechas de la desigualdad; Los modelos educativos terminaron siendo funcionales al consumismo, lo que hoy representa una mala inversión, si no nos ponemos de acuerdo sobre el “para qué” y “cuál es” el ciudadano que queremos formar.
Las amenazas del cambio climático nos llaman a reaccionar, los tiempos se acotan, la fenomenología meteorológica nos advierte. Pero…¿por qué no reaccionamos en función de ello? ¿Por qué no develamos la cruel realidad que se nos avecina?. La ONU denunció 120 millones de muertos hasta ahora, relacionados al cambio climático. ¿Por qué no decimos 120 millones de pobres?, ¿Por qué no advertimos que de mantener el modelo, este permitirá que solo se salven los ricos y poderosos?.
Es urgente relacionar la política con el territorio, invertir en medidas de mitigación y adaptación; capacitar a la sociedad civil frente a los eventuales desastres que vienen con los tiempos, ya que el Estado minimizado no podrá estar presente; advertir y prevenir las emergencias sanitarias, la capacidad de reaccionar a epidemias o pandemias que ya se manifiestan con nuevos virus que permanecían latentes y hoy se reactivan frente a los cambios de temperatura; repensar nuestras ciudades y tipos de infraestructura pública, nuevos modelos habitacionales, etc. Debemos robustecer el Estado para atender la emergencia de los vulnerables, no podemos seguir ocultando la cabeza bajo la superficie, es un imperativo ético.
Esto y otros temas emergentes, corresponden a la realidad de hoy. Los nuevos liderazgos deben ofrecer respuestas a la ciudadanía, se merecen entender el concepto de Justicia Social y volver a soñar con un futuro para nuestros hijos y nietos. Esta simple lógica incomprendida, bastaría para que nuestras mejores mujeres y hombres, vuelvan a la política activa, para que su principal motivación sea el bien común y no su enriquecimiento personal. Solo así, la virtud podrá reinar nuevamente el arte de gobernar.
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