"La derecha republicana, así como la izquierda tradicional, se transformaron en etiquetas de un modelo político de mercado, solo había que administrar en función del poder que otorgaba el ser parte del gobierno de turno...", es parte de una lúcida opinión política que nos entrega Héctor Jara Páz.
Tratando de despersonalizar el análisis, simplificaré la primera parte sosteniendo que hubo una generación, que en otros contextos se les llamó "carne de cañón" en los tiempos de dictadura. Gran parte de ella, aprehendió de la política bajo el régimen militar, alejada de intereses particulares que corroen la política actual y que hoy, justificadamente y desde sus casas, se cuestionan si valió la pena el arriesgarlo todo… había esperanza de sueños y alegrías.
Muchos esperaron vanamente el llamado a sus puertas, habían luchado por recuperar una democracia que ellos no habían perdido, pero sentían el legítimo deseo de ser parte de su nueva construcción. Fue el primer aviso de una clase política que se acomodaba a los tiempos del mercado, no había espacio para reconocimientos ni méritos políticos, había que considerar a los amigos y parientes como estrategia de sustentación en el poder.
En el intertanto, volvió a empoderarse la clase política responsable de la crisis anterior al golpe de estado, había sido parte de la estrategia represiva de Pinochet, enfocarse en los nuevos liderazgos de estudiantes y trabajadores, manteniendo sin bajas a la vieja guardia.
La experiencia en terreno poco servía, era la hora de los MBI y doctorados, profesionales de la política, que apostaban a la meritocracia, a la especialización de los especialistas…Lo mejor del pasado, los valores tradicionales de la república, el respeto por la ética política, se quedaban en el olvido, como parte de las ideologías, que interesadamente se dejaban para el recuerdo, no eran útiles para el nuevo mundo.
La derecha republicana, así como la izquierda tradicional, se transformaron en etiquetas de un modelo político de mercado, solo había que administrar en función del poder que otorgaba el ser parte del gobierno de turno. Los ideólogos con sus intentos de reinterpretar la sociedad, pasaron a ser bichos raros y prescindibles. De este modo, daba lo mismo ser de izquierda o derecha, se pasaba a ser parte de intereses de grupos fraccionalistas A o B entre los sectores que profitaban del timbre y la campanilla de los partidos políticos.
Así estos últimos se especializaron en su nueva función, "agencias de empleos públicos con mención en fuente común de financiamiento". La derecha republicana desaparece y es reemplazada por los nuevos ricos del modelo, quienes definen libertad y estabilidad social, en función de sus intereses comerciales. La izquierda pierde la consistencia ética de su discurso popular y encuentra de toda lógica, el ser financiada por los grupos económicos que dirigen al país. Que el Lobo robe, es parte de su naturaleza, pero que robe la Caperucita, seducida por los capitales internos y externos, es feo, por decir lo menos…por lo que los costos políticos serán diferentes para las nuevas generaciones.
Trabajadores del mundo…Uníos !!! Pero uníos para qué?
Quién legitima el llamado? La herencia es funesta, burlada, hipotecada…casi un testamento.
Es que la relatividad de la ética en la política chilena, como la mejor de las sociedades anónimas, diluyó las responsabilidades personales y socializó las pérdidas.
Cuántos de nuestros líderes de la izquierda se han enriquecido de dudosas fuentes?
Es lícito acaso enriquecerse de la actividad política, cuando decimos representar los intereses de los trabajadores?
Cuántos pontifican y asesoran la gran política de hoy, habiéndose quedado con las platas de la solidaridad internacional en tiempos de dictadura?
¿Se investigará alguna vez? O quedará en la conveniencia del olvido colectivo?
Develar las capas que envuelven el discurso de la derecha no será difícil. En un modelo extremo de libre mercado, han sido los mismos empresarios quienes evaden impuestos en paraísos fiscales, o se coluden manipulando las supuestas virtudes del libremercado; Pontifican por la libertad, pero la usan para optimizar ganancias sobre la indefensión de los que no pueden elegir al estar determinados por su pobreza; Solicitan la mínima participación del Estado, esgrimiendo discursos de la autorregulación empresarial y, solo se aprovechan de la escasa o nula capacidad de fiscalización de un Estado administrativamente jibarizado;
No hablo de casos aislados, hablo de los más poderosos y "prestigiosos grupos económicos" de la sociedad chilena, por lo que no me preocupa la credibilidad de su discurso, porque ni ellos mismos se lo han creído, los hechos hablan por si solos.
Será cuestión de tiempo, en que pequeños y medianos empresarios se darán cuenta quien es el verdadero lobo que presiona su yugular, el Estado o los Grandes Empresarios. Baste mencionar a los empresarios del retail, enriquecidos con los productos de miles de proveedores a quienes les pagan a 120 0 180 días, mientras ellos los venden al contado.
Pero el mundo político, que dicen representar a los trabajadores, han hecho un daño mayor. No solo han usufructuado del poder del capital en función de sus particulares intereses, han corroído las instituciones y fundamentalmente los Partidos Políticos, con una institucionalidad pinochetista que se resisten a cambiar, cooptando con pegas a los encargados de hacer justicia al interior de sus agrupaciones, protegiendo abusos y corruptelas, pero haciéndolos en extremo eficientes a la hora de perseguir a sus opositores políticos. ¿Se puede predicar transparencia y democracia a la sociedad chilena y no practicarla en sus propias casas políticas?
Es probable que esta descomposición social sea parte del cambio climático, todas las especies se están adaptando y puede que en este caso, la respuesta de la especie humana sea "sálvese quien pueda", cargándose a quien se cruce en su camino…pero es necesario que se creen nuevos referentes éticos, que vuelvan a gozar de la credibilidad de un pueblo y que ese pueblo vuelva a confiar en sus instituciones y para ello…no queda más que reemplazar la "nomenklatura chilensis", con liderazgos a prueba de toda tentación que no sea el servicio público por el bien común, la administración pública no permite enriquecerse, no puede verse sino que a través de sacrificios personales y convicción solidaria, que provoque sueños comunes de adaptación a este nuevo mundo y para ello, es menester el regreso de los imprescindibles, como dijera Bertolt Brecht.
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