Una mañana de febrero del 2013, me encontré fortuitamente con Ronaldo en el centro de Santiago, fue una gran alegría. Nos sentamos afuera en un bar y pedimos 2 cafés.
Somos conocidos, desde los tiempos de universidad él estudiaba leyes y yo, pedagogía en biología, ambos estudiantes de la Chile, además, compartíamos los mismos ideales políticos.
Fuimos del MAPU, (una disidencia de la DC), estábamos dentro de la Unidad Popular y contribuimos a elegir Allende presidente de la república, dentro del contexto de político de la época, de crear "el hombre nuevo" esto es: solidario, trabajador y honesto, en una sociedad sin clases: sin ricos ni pobres y por tanto, justa y prospera, o sea, un verdadero paraíso!.
En esa época, la revolución cubana ejercía un verdadero embrujo y fascinación para la juventud de izquierda en Chile, cosa que hoy no sucede.
Él se formó y tras años de esfuerzo logró montar su oficina de abogado, y yo, me dediqué a una cosa más exótica para los estándares de Chile: investigación científica en el área de plantas, como aquí en Chile no había campo, me fui al Brasil, por invitación de una universidad, país, donde nunca había imaginado, aterrizar, ni tampoco, tener una excelente carrera profesional en el área biotecnológica de plantas. Eran los tiempos en que el pinochetismo era duro, implacable y lleno de certezas y los que no comulgábamos con él, estábamos condenados a comer mierda.
Entonces, imaginen Uds. la alegría del reencuentro. Después de un intercambio mutuo de recordaciones, aprovechó la oportunidad para me contar sobre sus vacaciones de verano y de sus andanzas por el sur de Chile. Sacó una historia toda especial, claro, yo lo escuché en silencio, porque la encontré curiosa e interesante.
Comenzó diciendo que una tarde de enero, nublada pero con sol, él estaba sentado en un banquillo de la costanera del longincuo Cochamó, allí frente al mar del Golfo del Reloncavi, Foto 1, a unos pocos metros de la única iglesia del pueblo, Foto 2.
Sentado, admirando el mar y la majestuosa cordillera llena de forestas y aprovechando de respirar aire puro, se preguntaba, cuál sería la real contribución de esos remotos arboles: arrayanes, canelos, ulmos, coihues, etc., sobre la absorción de C02, liberado por el transporte colectivo e individual de la poluida atmosfera Santiaguina.
Cuando una señora ya de edad pero de la zona, vino a sentarse también en el banquillo en que estaba él. A los pocos fueron conversando sobre el tiempo, el paisaje etc., con esa confianza y credibilidad que transmite la gente humilde de los pueblos del interior de chile y de todo el mundo, afirmó Ronaldo. El como abogado, me enfatizó este aspecto de la importancia de la buena fe de las personas.
Ahí, la señora le dice que estaba triste porque hace poco tiempo atrás en Puerto Montt había muerto un tío de 80 años, padre su prima Carmen.
Por recomendación de su tía, dice le la señora calmadamente a Ronaldo, mi tío fue al médico hacerse un check-up. El medico entonces, mandó hacerse los exámenes de rutina y todo aquello que el plano de salud permitiese, inclusive, el examen de próstata con toque anal.
Después de unos días, su tío retornó al médico con los exámenes - mi interlocutora me contó, dijo Ronaldo. En general, el medico lo encontró bien, pero mismo así, le recomendó unas pastillas para fortalecer su salud. Le pasó Atorvastatina para el colesterol, Lozartan para el corazón y presión y Loceryl para la micosis de una uña del pie, diclorofenaco sódico para el lumbago incipiente y más unas pastillas de Omeprazol para evitar complicaciones estomacales. Por último, le recomendó evitar el sedentarismo y salir a caminar.
Así, el tío de la señora, fue a la farmacia a comprar sus remedios acompañado con su prima Carmen, gastando buena parte de su minguada jubilación que le daba el gobierno y nunca mejorada por los políticos, me acotó algo enfática la señora, relató Ronaldo.
Es claro que el farmacéutico del barrio, lo atendió con una tremenda sonrisa en los labios, porque él era el representante de una inmensa legión de fieles consumidores de la tercera edad, me comentó irónicamente, mi inesperada compañera de banquillo.
A distinta horas del día, el tío comenzó a tomar sus remedios procedentes de las diferentes cajitas coloridas, que las mantenía, según mi interpósita persona, en un armario del comedor, siendo que, a veces se los tomaba con agua, otras veces, con un vaso de Coca Cola para variar un poco el tedio.
Mas, en medio de su tratamiento el caballero, pego un resfriado que lo tumbo en la cama y en lugar de ir mejorando fue empeorando inclusive, con dificultades para dormir. Por eso, los vecinos del barrio lo veían poco en la vereda de su casa por las mañanas o tardes de aquel otoño.
Ya convaleciente reunió fuerzas, tomó la liebre que afortunadamente pasaba por su casa, y fue nuevamente al médico. Mas, de esta vez acompañado por mi tía. Ahí le fue recetado Paracetamol para el malestar y resfrio, Amoxilcilina para una infección bronquial, más otros dos medicamento que no recuerdo bien el nombre uno: para dormir y otro: antidepresivo para fortalecerle la moral, me relató la señora en esa tarde de sol y nubes en Cochamó, dijo Ronaldo.
Su relato no paró por ahí, Carmen, me dijo la señora, continuamente se informó de las innúmeras contra indicaciones de los remedios en la bula y la internet, quedando espantada, como persona lega, con todas esas cosas, acerca de sus principios activos, que no solo podrían provocar nauseas, hipertensión, insuficiencia renal, cólicas, alteración del estado mental como cosas colaterales, sino que también, la muerte en casos más graves.
Para no alarmar a mi tío, Carmen nada decía sobre todas estas advertencia a su papá. Guardaba su espanto y desespero para sí propio, decía la señora.
Pero, la salud de mi tío, sigue diciendo mi interlocutora, un día de invierno no aguantó más y partió silenciosamente para el otro mundo, tal como las bulas y advertencia de los remedios señalaban que podría acontecer, dijo ella, conforme me relató Rolando.
Ahí, Rolando me dice, que comenzó a imaginar que mucha gente amiga debió haber ido al funeral y escuchado triste y melancólica el sermón del párroco de la ciudad, diciendo lo de siempre, que el difundo fue una persona honesta y buen ciudadano y que por lo tanto, debería estar en el cielo descansando recibiendo el premio de los justos. Entre esa gente amiga seguramente estaría el farmacéutico, el cual, no solo había perdido un viejo conocido sino un cliente VIP de la tercera edad, siempre inevitables consumidores de fármacos y remedios. Foto 3.
Bien, ya eran las 5 de la tarde en Cochamó y le digo amistosamente a ella, una persona de unos 60 años y enfermera jubilada, que debo despedirme porque mi transporte ya está volviendo a Puerto Varas, me comentó Ronaldo, mirando una linda muchacha, que por ese momento pasaba frente a nosotros por la calle Huérfanos en Santiago.
Fue así, como sin saber leer ni escribir fui testigo de un relato sui generis, en mi periplo de turismo anual, que hago por esta tierra de rincones que es nuestra patria, llena de contradicciones, encantos e historias como esta que te acabo de relatar Pedro, me comentó orgullosamente mi amigo Ronaldo.
Pedro, apenas para concluir, finalizó Ronaldo, no me gustaría que tomaras este relato como apología e incentivo a la homeopatía y remedios caseros, pues, no fue ese el objetivo. Mi idea fue apenas relatarte con esta historia el drama de las personas, cuando la salud de la tercera edad anda mal y cuando personas y hospitales tienen tantas limitaciones y carencias. Yo entendí el punto de vista de Rolando, porque como abogado debe haber escuchado muchas historias tristes.
Ahí, nos tomamos el ultimo sorbo de café, le agradezco la gentileza de la conversación nos despedimos y cada uno partió por su lado, con la promesa de un vago compromiso de un contacto telefónico en otro día.
Continúo a pensar, si, el relato de Ronaldo fue fidedigno, porque sinceramente, lo encontré un tanto fuera de lo común, aunque, erudito, en este sentido, me recordé del Libro de los Seres Imaginarios de Luis Borges, donde aparece cada historia increíble narrada por el autor.
Por otro lado, al final, mi colega es una persona seria y responsable y no tendría yo porque dudar de su palabra, pero, yo tengo una tendencia natural muy fuerte a resistir el “lero-lero” (conversa) de los abogados, en general les creo poco.
Es como los diarios, a los diarios también les creo poco, Mark Twain, escritor americano y fumador inveterado, cuya marca registrada era la irreverencia y la ironía, decía que, lo único que había que creerle a los diarios y prensa en general, era la fecha!!.
Será que tenemos que ser tan escéptico y desconfiados frente al entorno. Foto 4.
Todo esta tramoya fue generada a propósito de Cochamó, quien diría, “viviendo y aprendiendo, nada como un día después del otro”, decía mi tía abuela Rosa Cid Zanzana cañetina de la más pura cepa, que en paz descanse.
*** SIN COMENTARIOS INGRESADOS***