Serio dilema este de Chile: compatibilizar valor agregado con extrativismo. Por ahí va la logística del desarrollo. Leyendo algunos canales de la prensa nacional, he notado que el bosque nativo ha caído en una especie de actualidad, mito o “wokismo”.
No sé diagnosticar con precisión cual de estas tendencias. Lo concreto, es que hay mucho elogio al respecto.
Forma parte de nuestra democracia la convivencia con la pluralidad de puntos de vistas y circulación libre de ideas.
Desde este punto de vista quiero dar mi opinión al respecto.
Es claro que, el bosque y soto bosque nativos, tiene importancia ecológica, pues, aloja la diversidad genética de especies botánicas y zoológicas, bien como, especies vulnerables.
Es claro también, que, en esta época de cambios climáticos, el bosque nativo es muy importante en ese intercambio gaseoso de CO2 y O2, descarboxilando nuestra atmosfera y economía, a través del prodigioso proceso de la fotosíntesis.
Por otro lado, en el bosque nativo del siglo 19 en adelante hubo que abrir espacios y desmatar en la foresta, para la agricultura.
Esta llegó con los españoles primero, y después, en los comienzos del siglo 20, con otros colonos europeos.
Lo concreto, es que la población mestiza y criolla resultante comienza a aumentar y lo cierto es que las aldeas, pueblos y ciudades necesitaban comer, alimentarse y vestirse.
Por aquella época, el bosque nativo también proporciono leña, carbón y maderas para la construcción civil de los pueblos y ciudades que comenzaban a crecer en el Centro Sur del país.
Yo mismo allá por la década del 40, nací en una casa, 100 % de madera, y carente de energía eléctrica, alcantarillado y agua potable allí en el sector norte de la calle Riquelme.
En Arauco, la tala del bosque nativo de la cordillera de Nahuelbuta, a pesar que inevitable, para dar espacio a la agricultura y pecuaria, fue realizada con saña.
Camiones y camiones eran despachado con maderas del bosque nativo nahuelbutano por los diferentes bancos aserradores, para la construcción civil regional y nacional.
Y, los castillos de maderas podían observarse en las estaciones ferroviarias de Cañete, Peleco, Purén, Angol, etc., porque las “barracas” trabajaban a mil por hora.
Claro en la época, tampoco existía esa conciencia ambientalista y ecologista que existe ahora, sobre la protección del bosque nativo, sus recursos genéticos y las amenazas del cambio climático.
Hoy además de la prensa, existen instrumentos de gestión ambiental para la orientación compresión y toma de conciencia del problema.
Entre ellos el Ministerio del Medio Ambiente con todo su aparato burocrático de Tribunales Ambientales, Superintendencias regionales fiscalizadoras del daño o impacto ambiental.
También, el proceso educativo del estado no pode ser pasivo en este tema y, promueve valores y conductas que tiendan a la protección ambiental en los diferentes tramos de este proceso.
Y claro, la Investigación Científica, con fondos especiales en la ley de presupuesto del país, para mejorar la calidad, productividad y conservación del bosque y su biodiversidad.
Esta idea es importante visto que esta podrá a lo largo del país, contar con el apoyo de las Universidades regionales, disminuyendo el sesgo del centralismo de la pesquisa nacional en la Región Metropolitana de Santiago.
Inclusive, esto representa un grande desafío para las Universidades regionales para mejorar su capital humano, con base en concursos públicos, transparencia y producción científica.
Por eso, Chile no puede investir apenas 0,3 % del PIB en investigación & innovación en cuanto los países de la OCDE superan lejos ese guarismo.
Entonces, no solo debemos alertar a los gobiernos sobre la preservación del bosque por el cambio climático y la biodiversidad, sino que, hay que salir de lo meramente descriptivo y pasar a la información cuantitativa, típica del campo científico.
¿Siendo más general la pregunta, cuanto C02 tendrían que absorber las plantas, en el planeta para neutralizar el cambio climático y la temperatura no exceder los 2C° hasta 2030?, (Paris 2015).
¿Y entonces? ¿los bosques chilenos o los tilos de la Plaza de Armas del país, tendrían que absorber cuanto CO2 en este desafío?
Lo mismo valdría preguntarse para una hectárea de poroto y otra de maíz, una planta C3 y otra C 4, diferentes en la fisiología fotosintética.
Respecto del bosque nativo chilensis, no los entusiasmemos de- mas a este respecto, porque mucho de sus árboles son de hoja caduca, o sea, en otoño e invierno sus hojas entran en senescencia y caen (Raulí, Lenga, Roble, etc), por tanto, en esa época la fotosíntesis líquida es cero, luego no hay absorción de CO2.
Contrastando con esta idea, está el bosque Valdiviano, y el de Nahuelbuta, que durante el año está siempre verde, al igual que los pinos y eucaliptos en sus 3 millones de hectáreas en el país.
Inclusive, la agricultura en el invierno deja de dar su contribución agroecológica, producción de CO2, pues esta, entra en receso.
Una cosa repetitiva de los que “puramente”, han abordado el tema de defensa del bosque nativo, es la preservación del suelo su composición y fertilidad.
Infelizmente los incendios forestales, la mayoría producidos por el “bicho hombre” afectan severamente la vida biótica y abiótica del suelo.
Los tremendos incendios forestales de 2017 afectando las provincias de Maule y O’Higgins casi 500 mil hectáreas fueron tremendamente masacradas en sus suelos, medio ambiente y personas de la zona.
Los incendios son un capítulo especial en la biografía de los bosques chilenos, ellos al parecer, tienen un voluntarismo ideológico, que la prensa ni los gobiernos han sido capaz de aclarar.
Talvez, con un ministro del medio ambiente “biólogo”, las cosas andarían más rápidas.
Por otro lado, la idea de urbanizar arboles del bosque nativo, incluyéndolos, en la arborización de las calles de nuestras ciudades, para aumentar la cultura botánica nacional, bien como, para salvarlos de la extinción o vulnerabilidad, ha sido defendida a veces.
Sin embargo, hay un pero en esta propuesta, no son arboles de crecimiento rápido, no tienen un fuste recto, y su copa no es piramidal ni profusa para dar sombras, como los árboles ornamentales [Platanus orientalis, Tilos (Tilia cordata), Olmos (Ulmus minor), Ginkgo biloba].
Inclusive, en la plaza de Contulmo hay un hermoso ejemplar de este último, herencia de la influencia alemana en la ciudad.
Entonces, hay otros enfoques que son pertinentes, además del ecocentrismo del bosque nativo y que, requieren ser discutidos y examinados.
Por ejemplo, el enfoque económico y el científico en el conocimiento sustentable del bosque nativo, ese bioma de 15 millones de hectáreas de nuestro suelo patrio.
Sabemos que el bosque nativo secuestra carbono, pero, garantiza pocos empleos a sus propietarios: grandes, medianos o pequeños agricultores.
Por otro lado, podríamos decir que la “cesta de conocimientos” oriundos del bosque nativo en Chile, está vacía o casi vacía, en términos de valor agregado de esa flora y fauna autóctona.
Los bosques no son vitrinas de museos que están ahí apenas, para el rol turístico o esponjas de C02 estáticas.
La biotecnología, la bioeconomía, Fisiología de Planta, agroforestas, etc., son ciencias que podrían llenar ese vacío mejorando el “Know how” del bosque.
Por ejemplo, cuanto sabemos de las semillas ortodoxa & heterodoxas de esos árboles, de la microflora edáfica, sus antagonismos suigéneris y su vulnerabilidad patológica (enfermedades y plagas).
En chile, casi el 19 % por ciento de la superficie del país esta constituida por bosques nativos con diferentes géneros taxonómicos, en los parques nacionales.
Sin embargo, en propiedades de medianos y pequeños agricultores en el sur, también encontramos bosque nativos secuestrando carbono, pero, con poco retorno económico para los propietarios.
¿Y en ese caso, como queda el manejo de esas propiedades en termino de explotación y conservación de ese ambiente?
En el Cañete rural, de años atrás, la venta de esos predios originó una tremenda emigración campo/ciudad, por la falta de apoyo y recursos para la agricultura familiar por parte del estado.
Así siendo, las papeleras aprovecharon la ocasión legal para comprar esos terrenos cordilleranos, erosionados y carentes de regadío para plantar eucaliptos y pinos para dar lucro a Chile y sus propietarios.
El problema de la emigración rural en Chile, ha sido poco estudiada por las ciencias sociales del país, entre ellos, los sociólogos y los economistas del área rural y agrícola.
En estados Unidos el problema de la emigración campo/ciudad dio origen a un interesante libro “Las uvas de la ira” de John Steinbeck.
Continuando con la idea de adicionar valor agregado al bosque nativo, hay que destacar que sus plantas son endémicas, allá afuera desconocidas.
Por tanto, con inúmeros secretos bioquímicos o farmacológicos, que podría tener impacto en el área de la salud humana, genética agrícola y mercado global.
Tal como fue verificado con la bacteria Streptomyces hygroscopicus, en el suelo de la isla de Pascua y descubierta por investigadores canadienses.
La tal bacteria, produce un antibiótico llamado Rapamicina con capacidad inmunológica y baja toxicidad humana, hoy suceso de mercado en el área médica.
Tal descubrimiento, fue un prestigio para la ciencia canadiense, pero una afronta para la investigación chilena.
Por otro lado, imaginar entonces encontrar nuevas fabáceas fijadores de nitrógeno o micorrizas más eficientes en la absorción de fosfatos y minerales son iniciativas que solo la investigación del bosque puede resolver y como ya mencionado habría recursos para eso en el presupuesto nacional, a través del Ministerio del Medio Ambiente.
Sin embargo, para eso, son necesario proyectos públicos o privados para desarrollar nuevas alternativas técnicas.
Así, la validación de tecnologías, generación y difusión de innovaciones científicas serias y no simples “empirismo”, de que la “infusión de hojas” de tal árbol es buena para tal o cual cosa, tornan se desafiadoras.
La movilización de inteligencias, en torno de políticas públicas para financiamiento de proyectos de investigación en el bosque nativo, objetivando encontrar soluciones, debe tener una participación más activa de la sociedad y sus voceros.
Directrices y prioridades de las instituciones del sector como CONAF, INIA, SAG, Universidades, Conicyt, etc, para aumento de la productividad agrícola, forestal y eficiencia del sector agroindustrial y bien estar de la población en general, deben ser asuntos más tangibles y palpables por la sociedad chilena.
Porque ésta, percibe dramáticamente que es necesario crear más empleos, mejorar los servicios públicos y servicios básicos., desarrollar capital humano, mejorar la infraestructura del país.
¡Basta ya de pura economía informal y subempleos!
Y en ese afán, de conciliar preservación y desarrollo del medio ambiente, debe haber una demanda más potente sobre los centros generadores de nuevos conocimientos y tecnologías, para tornar la ciencia chilena más competitiva en la arena nacional.
Esta demanda de la sociedad, en el conocimiento de la inversión de recurso para la investigación, dice relación con los impuestos que ella paga.
Siendo así, exigencias de: transparencia en las acciones de pesquisa y administración (Ministerios de Agricultura, Medio Ambiente, Ciencia y Tecnología) son inevitable.
Por lo tanto, en términos de evaluación de resultados o efectiva contribución en su bien estar regional o nacional, estos factores deben ser parte de su misión fiscalizadora y de la prensa.
Resumiendo: el dilema de los países del Tercer Mundo es adicionar valor agregado a sus recursos naturales o, quedarse en el simple extrativismo colonial de los mismos, sin innovaciones tecnológicas, competitividad ni talentos profesionales.
Finalmente, y termino, recordando que este año, el Parlamento Brasileño, decretó que las plantaciones y bosques de eucaliptos y pinos, no agreden al medio ambiente ni al bosque nativo.
Esto en un país de 8 millones de Km2 y en pleno gobierno del Sr Lula da Silva, un reconocido izquierdista latinoamericano.
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