Se acerca el 21 de mayo y en cada rincón de Chile, desde hace muchos años, se conmemora esta gesta naval; Rolando Matus, con su recopilación histórica de prensa, hoy nos entrega uno de los tantos artículos que ha recopilado referido a esta fecha.
Presentación:
Publicado en El Sur de Concepción en 1932, este artículo del periodista lebulense Iñigo García reflexiona sobre el valor de revisar la historia desde una perspectiva de unidad y solidaridad entre los pueblos, en especial entre España y sus antiguas colonias. Destaca que figuras como O’Higgins y Prat trascienden sus gestas militares por los valores humanos que encarnan: el deber, la renuncia personal y el sacrificio colectivo. Más allá de la guerra, su legado es una lección de humanidad y ejemplo cívico para las futuras generaciones.
EL SUR. – Concepción, sábado 21 de mayo de 1932
L A E P O P E Y A Y S U S I G N I F I C A C I O N Día habrá de llegar en que, en obedecimiento a las nuevas ideologías y a la imperiosa necesidad de fortalecer los lazos de unión que ligan a los pueblos, estos mismos se encargarán de ir borrando de su historia aquellos pasajes que puedan renovar pasadas ofensas, despertar dormidas arrogancias o suscitar enconos y asperezas. Hoy que iguales y pavorosos problemas, sociales y económicos, perturban la tranquilidad de los gobiernos y extravían los criterios de las masas, es cuando más claramente se manifiesta la necesidad de quitar de la historia lo que pueda ser causa de recíprocas desinteligencias. Y esta necesidad es aún mayor cuando se trata de pueblos hermanos unidos por los lazos indestructibles de la sangre, de las creencias y del idioma. El ideal sería que tanto España como las repúblicas que de ella brotaron — cosecha opima de su civilización, proclamadoras de las excelsitudes de la raza., flores de bendición en el Continente Americano — hicieran una prolija revisión de su historia, no para restarles méritos a sus próceres, sino para hacer una historia nueva, en la que las generaciones futuras sólo encontrarían ejemplos de progreso y de humana solidaridad. Ni O'Higgins y sus tercios libertadores; ni Prat y sus compañeros de sacrificios necesitan. exclusivamente, de sus proezas guerreras para que vivan a perpetuidad, en el recuerdo de los chilenos. Su gloria no necesita, para resplandecer, de la aureola de los combates, ni del trueno de los cañones, ni de los relámpagos de los sables bruñidos por el sol. La gloria de esos inmortales hay que buscarla en otros sentimientos que hablen más de cerca al corazón de los chilenos y de la Humanidad. Prat. muriendo en la cubierta del Huáscar, es grande no por el hecho mismo de su doloroso holocausto, sino porque, en esos momentos, fué la encarnación exacta del chileno que sabe cumplir con su deber, del que, en un momento de grandiosa renunciación, sabe ahogar los sentimientos personales para morir por la colectividad. Renunciar a la vida en homenaje a la tranquilidad de los demás, es verdadero heroísmo. Renunciar a los lazos de la familia y de la amistad en obedecimiento a los mandatos del deber es propio de las almas superiores. La abdicación de O'Higgins y el sacrificio de Prat son dos lecciones de hombría que permanecerán inalterables, así dure el correr de los años y a despecho de las mutabilidades de los valores humanos. Vivir aferrado a los mezquinos y casi siempre bastardos intereses personales en contra de los intereses colectivos no es de corazones bien templados. Renunciar al YO para servir a los demás es tener pasta no sólo de perfecto ciudadano sino tener las fibras con que se hacen a los héroes. Y Prat era hecho de esas fibras.
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